Sin Fronteras Spring 2018 Sin Fronteras 2018 | Page 21
Color escarlata
María Castrejón
“[...]disfrutando cada segundo dentro
de esa camioneta color escarlata que
reflejaba el sol en su interior.”
Él cantaba junto con su hijo y esposa, eran tan desentonados que de
repente sus rostros sonrientes se conviertían en muecas. Reían y cantaban,
disfrutando cada segundo dentro de esa camioneta color escarlata que reflejaba
el sol en su interior. El viento revolcaba el pelo de su esposa que era largo y
color miel. Era tanto el enredo de este que ella optó por dejarlo libre en lugar
de contenerlo con la pinza que llevaba en la mano. Daniel, su hijo, en la parte
de atrás de la camioneta cantaba a todo pulmón luchando implacablemente
contra el ensordecedor ruido que entraba por sus ventanas. Este arrastraba su
voz lejos de ahí, danzando entre praderas y montes sin cesar, hasta que
finalmente se volvía una más de las risas perdidas de estos lugares.
Una lágrima se deslizó por la mejilla de este hombre, su corazón latía a
una velocidad incomprensible y su alma le pesaba tanto como una cruz que
cargaba a su espalda. El dolor era un agobiante recuerdo de lo que había tenido
alguna vez. Perseguido por sus memorias, él tropezaba con ellas en cada
estación, en cada artículo, en cada anuncio. Solo olvidada este dolor al fondo
de una botella en la cual ahogaba sus penas gracias al líquido color ámbar que
lo quemaba desde adentro hacia afuera. Apagaba los sollozos que escapaban
de su garganta, finalmente enmudeciéndolos y se rodeaba de un
entumecimiento pesado. Hasta que despertaban, con un hambre voraz que
devoraba su conciencia.
Al despertar a la mañana siguiente de una de sus noches acompañadas
por el líquido amargo que se había vuelto su único compañero, vio que el sol
brillaba por la ventana y notó que la vida continuaba; volteó dolorosamente
hacia el cielo y le pidió a quien fuera que le quisiese escuchar que por favor le
quitaran esa memoria de la cabeza.
Y así fue.
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