Sin Fronteras Spring 2018 Sin Fronteras 2018 | Page 32

Olvido Mariana Durán Hoy es lunes. Lunes de paredes blancas y batas con puntos morados. Es el día que me despierta una mujer muy temprano. Hoy es lunes de visitar al muchacho de pelo castaño, que usa una bata completamente blanca y tiene una serpiente plateada colgando del cuello. A veces la conecta a sus orejas y hace que la punta de la serpiente me toque. Dice que así escucha mi corazón. No me gustan los lunes. Me recuerdan que estoy aquí atrapada y que no puedo salir. Todos los demás sí, pero yo no. Hay tanta gente que va y viene, mujeres con batas rosas, hombres con batas blancas: todos entran y salen por la puerta principal, pero nunca me dejan ir con ellos. Sólo los puedo ver desde lejos. Yo me tengo que quedar siempre a dormir aquí en un cuarto sin ventanas, sobre una cama dura e incómoda. No es que quiera que esas personas me lleven con ellos. Me incomodan. Me miran todo el tiempo como si yo fuera algo extraño y no otra persona. Hablan mucho sobre mí, pero casi nunca me dicen nada. Las pocas veces que me hablan lo hacen muy lento, y siempre son órdenes. Me dicen que me tengo que vestir, que tengo que comer más, que me tengo que tomar mis medicinas. No discutimos sueños o pasiones, nunca me preguntan cuál es mi color favorito, ni si estoy feliz. Me dejan caminar sola, por donde quiera, mientras que no salga. Puedo meterme a cualquier cuarto que no tenga la puerta cerrada, puedo asomarme por las ventanas e imaginar que siento las gotas de lluvia que enfrían los vidrios. Les gusta que me quede en mi cuarto, que me quede en el salón de juegos, pero no quiero hacer eso. Esperan que hable con las otras personas que usan batas con puntos morados, los pacientes, así nos dicen, pero ellos siempre están perdidos dentro de sus propios mundos. No le hablan a nadie. No esperan que nadie les hable a ellos. Por lo menos es lunes y no jueves. El jueves todas las personas que pasan el día conmigo de repente se vuelven amables. El jueves es el día que viene el encargado. Viene siempre, religiosamente, sin falta. Viene aún cuando nieva afuera, viene aunque esté enfermo de gripa, viene aún en Navidad, aún en los días más soleados . Ese señor es el que supervisa todo lo que me hacen, el que paga para que me hagan todos estos experimentos y por todas las pastillas que me dan. Nunca me dicen qué me están haciendo, pero sí le dicen a él. Como si yo fuera la mascota que él dejó aquí. Los jueves viene y me dice cosas raras, llora y me abraza, me agarra de las manos muy fuerte aun cuando le grito que me deje en paz. Cuando me mira, siento que quiere algo de mí. Algo que no le puedo dar. No entiendo bien qué es, pero no creo que sea nada bueno. 24