Semillas
Educativas
3.
Retornar a
la casa del padre
“…Regresaré a casa de mi padre y le diré: Padre mío, he pecado
contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como
a uno de tus trabajadores”. Lucas: 15, 18-20.
Así como por un hombre entró
el pecado en el mundo, y con él la
muerte, también estamos llamados
a la conversión porque fue también
por un hombre que entró el perdón
y el amor, haciendo que retornára-
mos a la casa del padre, después
de haber espiado nuestras culpas.
Ese hombre fue Jesús, camino de
verdad y vida, el cetro de la salva-
ción, por quien llegamos al padre,
porque su amor es obra de reden-
ción, es reencuentro personal con
nosotros, recogimiento espiritual
en una entrega absoluta y desinte-
resada de principio a fin.
Mediante la conversión y el recha-
zo al pecado, podemos llegar con
toda tranquilidad a la casa del pa-
dre, así lo hizo el hijo arrepentido,
el hijo pródigo, quien había faltado
gravemente, cometiendo pecado,
pero se arrepintió volviéndose un
hombre nuevo, decidido a vencer
las angustias internas que lo aco-
saban y le impedían ser mejor.
Igual, podemos hacer nosotros
en nuestro mundo, podemos lle-
gar a vivir un cambio interno en
la vida, haciendo el bien, dejando
ese caos de pecado que nos en-
vuelve y retornando con inmenso
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arrepentimiento y cariño a la bon-
dadosa misericordia de Dios que
está abierta en una esperanza para
el hombre.
Cristo se hace nuevo cada día en
nuestro quehacer, cuando ama-
mos y ayudamos al prójimo, cuan-
do sembramos la semilla del per-
dón, cuando el corazón se abre
a las expectativas de los demás,
cuando somos solidarios, en fin,
cuando brindamos lo mejor de
cada uno para llegar al Padre en
completa paz, en una entrega de
hermandad que grita a los cielos,
por nuestra salvación. Mientras
tanto Dios, acoge y perdona en el
obrar de esas acciones que deja-
mos atrás y que ahora recibimos
como buenas, en señal de cambio
y aceptación a su palabra, que es
vida, verdad y salvación.
El mejor bálsamo para curar las he-
ridas del pecado y retornar a la casa
del padre es el arrepentimiento,
por medio de él, oramos y nos des-
cubrimos interiormente, recono-
ciendo que hemos actuado u obra-
do mal, que podemos ser llamados
al banquete celestial sin sentir en-
vidias, rencores y egoísmos. Que
estamos lavados por el bautismo
y que nos disponemos a celebrar
Semillas educativas. Orientaciones didácticas para la formación de la Infancia Misionera
desde la escuela.
PhD José Orlando Salazar Duque.