SEGURIDAD PROFESIONAL 51 | Page 35

estudiantes, arremetieron en contra de las universidades privadas a las que acusaban de "preparar mano de obra para servir a los monopolios", además de ser malas formadoras y excesivamente caras.

En el creciente movimiento de protesta convivían formaciones tan diversas como la Liga Marxista Leninista, de tendencia maoísta; la Federación.

Trotskista; y las Juventudes Comunistas

Los partidos políticos se mostraban incapaces de solucionar los problemas de la gente y la apatía ciudadana se reflejaba en que más del 30% de los electores no concurría a las urnas cuando había que elegir representantes.

Cansados de las eternas discusiones y dispuestos a "pasar a la acción", unos 400 universitarios de origen burgués se desligaron de la Federación Trotskista y formaron el Ejército Rojo.

El 31 de marzo de 1970, nueve de ellos abordaron un avión de la línea aérea japonesa y lo desviaron a Corea del Norte. Intentaron engañarlos aterrizando la nave en la capital de Corea del Sur, Seúl, pero la maniobra no resultó y llegaron finalmente a Pyong Yan, donde se comprobó que las pistolas y bombas que exhibían eran de juguete. Sólo las katanas y los cuchillos eran reales.

Perseguidos internacionalmente, se les ofreció refugio en las escuelas de guerrilla popular que el Frente Popular de Liberación de Palestina mantenía en el Medio Oriente, donde los entrenó Abú Hija. Hasta allí también llegaron otros jóvenes japoneses captados principalmente en Tokio.

Pronto se les encomendó una misión: estudiar las medidas de seguridad de los aviones de El Al, la línea aérea israelita, tarea que desempeñaron sin despertar mayores sospechas.

La predisposición anímica de aquellos universitarios era ofrendar su vida por una causa que les parecía justa. Así, el 30 de mayo de 1972, tres de ellos abordaron en Roma un avión de Air France que provenía de París con destino a Tel Aviv y Lod.

Al llegar al terminal de Lod, cual verdaderos kamikazes, extrajeron tres metralletas UZI 58 que llevaban ocultas en una maleta y abrieron fuego en contra la multitud que se agolpaba en el terminal aéreo. Dejaron 27 muertos y más de 80 heridos.

En las horas siguientes a la tragedia, un descompuesto Simon Peres, en ese tiempo ministro de Transportes diría:"Estábamos preparados para cierto número de eventualidades, pero no a esta nueva arma, los japoneses".