-Buscaré los papeles –contestó -. Regrese al rato. Respecto a
lo que hizo Lobelo, reciban una disculpa de mi parte.
Papá prometió volver Después fuimos a un restaurante. Por la
tarde, me dejó en la escuela, antes de irse al hospital. Era viernes.
Necesitaba recoger mi nuevo horario y la lista de profesores que
me darían clases a partir del lunes.
Vi a Lobelo en el patio del colegio. Lo acompañaba el
compañero obeso. Quise escabullirme, pero fue inútil. Los dos
tiranos se me pusieron enfrente. Lobelo me empujó.
-¿Por qué fuiste a acusarme, cobarde “Malapata”?
Traté de caminar hacia un lado para evadirlo. Me detuvo por el
brazo.
-Mi padrastro nunca me regaña y ¡ahora lo hizo! Por tu culpa,
como castigo, me quitó la motocicleta.
-Lo siento.
-¿Lo sientes, grandísimo baboso? Pues yo lo siento más: ¡Ya
verás lo que voy a hacer contigo!
Entonces se acercó a mí de un salto. Me arrebató mi carpeta de
apuntes con los nuevos horarios y se la arrojó a su amigo. Traté de
atraparla en el aire. Fue inútil. Corrieron hacia el fondo del patio.
Los seguí. El chico obeso me detuvo mientras Lobelo tiraba al piso
mis papeles y bailaba sobre ellos.
-¡No hagas eso! -supliqué.
-¿Por qué no? –contestó -. Es basura. Vamos a echarla por la
coladera.
Había unas rejillas en el suelo. Arrojaron mi carpeta en el
interior. Después corrieron.
Llegué al lugar. Miré hacia abajo.
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