SAN PABLO DE LA CRUZ "MAESTRO DE LA MUERTE MISTICA" Padre Antonio Maria Artola | Page 36
querer. Es lo que expone inmediatamente: morir con someter la propia
que lleva al alma hasta la MM no es una obediencia a medias, fácil, con
voluntad (XI). En este texto esencial es donde se ve con toda claridad
cómo todo cuanto se ha dicho de la ascética de los votos y otras formas
concesiones al propio capricho. Es una obediencia «incansable», «ciega»,
«sin réplica» (XI). Una obediencia a todos: no solo obedeceré a quien
de mortificación no es sino un proceso de muerte de la pura voluntad:
debo, sino también a los iguales e inferiores, procuraré ser toda de
aquí -es decir, en la pura voluntad y en darse a sí mismo la muerte de las
todos a fin de que todos me puedan mandar con libertad 26:
voliciones propias- se ha de terminar de morir (XI). Es el final del
proceso. Es la meta, la culminación del morir místico que no es otra cosa
permaneceré indiferente en todo, no demostrando desagrado o
amargura en cosa alguna para dejar una santa libertad de mandarme
sino someter la propia voluntad.
(MM, XI).
¿Cuáles son las condiciones o las características de ese morir, además
de las mencionadas? San Pablo de Cruz suma las siguientes: a) «en
El alma vigila sus movimientos para no dejar traslucir ninguna
referencia propia que pueda ser satisfecha por los superiores. Se trata
todo». Es una repetición del «totalmente» de la frase anterior. La
de ciertos gustos y caprichos personales que, al ser conocidos por los
totalidad es esencial es su modo de entender su místico morir. Pero
favorables de los mismos en orden a procurar al religioso algún
eso reitera la afirmación: «someterse la propia voluntad, en todo y
por todo». No hay lugar a fuga alguna. No hay posibilidad para
contentamiento: estaré sobre mí misma siempre para no dar a entender
la mínima inclinación para que no me sea satisfecha, ni esto ni
ninguna filtración de los propios quereres. Se exige un morir total
aquello, incluso bajo título de mortificación. (MM, XI).
absoluto. Todavía remacha más la idea al seguir exponiendo esta
El grado heroico de esta obediencia consiste en la lucha sin cuartel
contra toda inclinación natural: caminaré siempre así contra mí misma,
condición en el siguiente inciso: «vencerla hasta que esté muerta
del todo» (XI). Hay que dar la muerte al propio querer en todo y por
para nunca fiarme de mí y pisotear a la mala inclinación, soberbia
todo, es la totalidad extensiva, en cuanto a los objetos del querer propio.
y pasiones, privándome siempre del propio gusto tanto en lo oral
b) además de esa muerte a los objetos del querer es preciso que la
como en lo espiritual (MM, XI).
muerte misma, el acto mismo del morir, lo sea también en todo. Es lo que
declara el inciso que comentamos. De esta muerte total no se excluye ni
una señal de vida: sin dar -dice- ni siquiera un suspiro (XI). Esto es:
sin que a esa voluntad le quede en propio ni la respiración.
5. Obediencia. «Sacrificio espiritual perfecto»
Esta forma de obediencia suma y perfecta es un don de Dios. Por
eso el alma cuenta ante todo «con gracia de Dios» (XI). La obediencia
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De este modo se llega incluso a encontrar satisfacción en luchar sin
piedad contra las inclinaciones naturales: contenta con las repugnancias
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Este es el ideal de la obediencia que a todos descubre, sin duda, un aspecto de las
propias vivencias del santo. En efecto, aun antes de vestir el habito de la Pasión,
estando un día en la iglesia parroquial de Castellazzo, le impresionó un día el triduo
sacro el canto de la antífona: Christus factus est pro nobis obediens usque ad mortem.
Allí mismo hizo voto de obediencia a todo el que le mandara. Voto imprudente sin duda,
y excesivamente radical, que luego hubo de serle conmutado. Pero en el ímpetu de su
espíritu, se manifestó bien el posterior culto que había de mantener respecto de la
obediencia como suprema forma de realizar la MM.
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