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Así
como Max Ernst pertenece a la historia
antigua del arte, pertenece también al mundo actual
por ser uno de los principales iniciadores que se
adentraron en el surrealismo en pintura y escultura.
Nació alemán, en 1891 y se distinguió como pintor,
escultor, diseñador gráfico y poeta, por si fuera poco,
con lo de las artes visuales. Este prolífico artista fue
de los pioneros del Dadaismo, el movimiento artístico
que se caracterizó por rebelarse en contra de las
convenciones literarias, y especialmente artísticas,
y para burlarse de los artistas burgueses y de su
arte. Después sería uno de los pilares creadores del
surrealismo.
En 1922 tomó a París como residencia, para
dedicarse a pintar obras llenas de figuras míticas que
se encontraban en escenarios fuera de la realidad.
Plasmó seres fantásticos en un escenario
renacentista en la que cuida de forma
rigurosa los detalles, como “L’eléphant
célèbes”, actualmente en la Tate Gallery de
Londres.
Era un artista inquieto, e inconforme en el buen
sentido de la palabra, pues estudiaba toda clase
de posibilidades y técnicas. Inventó el “frottage”
que usaba para transferir al lienzo texturas de un
objeto frotándolo con el lápiz. Durante la II Guerra
Mundial, los alemanes lo hicieron prisionero, y en
su confinamiento seguía creando hasta inventar “las
calcomanías” para transferir sus pinturas a metal o a
vidrio. Llamó a esta técnica “Decalcomanía”
Realizó una serie de esculturas basada en la
técnica del assemblage con madera y alambre como
respuesta a la crisis de la pintura que Dadá establecía.
En 1939 ya trabajaba con collages. De esa época
es la novela ilustrada La Mujer de 100 cabezas.
Sueño de una niña que quiso entrar en el Carmelo.
Una semana de bondad, o, los Siete elementos
capitales. Títulos tan extensos como eran las obras de
descriptivas.
Le es fácil unirse al montón de “locos” que
deambulaban por los panoramas del arte parisino.
André Bretón que desde las letras es el v erdadero
iniciador del SURREALISMO. Picazo y Dalí, Marcel
Duchamp, y el fotógrafo Man Ray, entre otros, que se
reunián en el Café de Flore a insultarse, a elogiarse y
a crear manifiestos y de paso, Max se enamora hasta
los huesos de Leonora Carrington.