SAMIZDAT | Crónica de una vida nueva Mayo2017 | Page 8
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MAYO 2017
HASTA
EL ÚLTIMO
HOMBRE
Mel Gibson
Mel Gibson ha demostrado en reiteradas ocasiones
que es ante todo un hombre honesto; consigo mis-
mo, en primer lugar, y –a Dios gracias– con nosotros,
los espectadores. Hasta el último hombre (preciosa
osadía, por cierto, la de titularla así y no Hacksaw
Ridge, su título original) no es una excepción. Todo
cuanto recoge Gibson en esta película, cada matiz,
entraña corazón, desde las reacciones de recelo del
adventista del séptimo día y objetor de conciencia
Desmond Doss (Andrew Garfield) cuando se acer-
can a él sus compañeros después de haber salvado
a 75 hombres, desarmado, con una fuerza sobre-
natural, a los tormentos que nublan pero no deter-
minan el afecto de su padre (un sensacional Hugo
Weaving), o la evolución de la relación de los com-
pañeros de la milicia con Doss. En Hasta el último
hombre no hay un atisbo de mentira; en ella no pri-
man los recursos que Hollywood lleva empleando
desde que vio en la publicidad un canon para hacer
cine. Es una película en que la violencia es todo lo
explícita que puede ser –Gibson lo ha vuelto a que-
rer así–, pero por mucho horror que sufra el especta-
dor, lo cierto es que al acabar de verla uno no queda
dolido ni traumatizado, ni siquiera contento por un
final posiblemente resuelto, sino que sale profun-
damente aturdido –en el mejor de los sentidos– por-
que ha visto algo que sabe que es verdad y que se
impone más allá de las tripas y la sangre. Hemos
sido zarandeados interiormente, movidos en una
tormenta de contradicciones: del miedo y la violen-
cia de un padre al candor de una madre, del horror
de la guerra (rodada como en pocas ocasiones se
ha hecho en el cine) al amor de una novia, de la
inocencia y aparente inconsciencia del propio Doss
a su extraordinario vigor («¡Señor, ayúdame a salvar
a uno más!»); tormenta en la que nos preguntamos
qué es lo que hace a este hombre seguir adelan-
te, en qué fuego ha fraguado su alma. Así, también
uno se pregunta de dónde nace esta película. La
prensa norteamericana, en un oscuro afán por aca-
bar con Gibson, lo ha venido retratando durante es-
tos años como un personaje atormentado, en una
deriva existencial, retrógrado, perdido en el alco-
holismo y en sus quimeras, y que a pesar de todo
nos pueda seguir regalando una auténtica película
épica como esta –ante la que ellos mismos no po-
drán permanecer impasibles– no deja de ser una
hermosa paradoja. Mel Gibson, al contrario que sus
no pocos detractores, sí tiene verdaderas historias
que contar.
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Isaac Martín,
estudiante de Derecho (UCM)