quien compartieron prácticamente la mitad de sus vidas. El lenguaje de este libro va dirigido tanto a hombres como a mujeres y homosexuales.
Aunque parezca que este libro abarcara todos los casos existentes de las postrelaciones, descubrirás que en realidad el dolor es relativo. Normalmente un adulto subestima el dolor de un adolescente diciéndole:“¿ Tú qué sabes del amor? Lo tuyo es puro capricho”. Precisamente“ amor” es lo que menos tratamos aquí porque más nos enfocamos en el apego, la obsesión y el desamor.
El dolor no reconoce edad, género, status ni situación geográfica. Un joven de estos tiempos puede sufrir peor que un adulto porque el avance tecnológico de nuestra era, aunque lo conecta con el mundo entero, paradójicamente lo tiene más aislado de los demás. El joven de ahora puede padecer mucho más que un joven de los 80 ' s, porque en esos tiempos la tecnología no interfería en su desarrollo personal. En otra área puede ser precisamente al revés, como me comentaba un lector mío:“ En mis tiempos en la escuela nos exigían leer Romeo y Julieta, Otelo y obras de ese estilo e indirectamente anhelábamos un amor obsesivo como los personajes a quienes leíamos. Ahora veo que a mi hija le dan como lectura otro tipo de obras. Ya no le contaminan de ese tipo de creencias”.
Tampoco porque las mujeres son quienes más buscan ayuda con los asuntos amorosos, significa que los hombres sufran menos. Las estadísticas no mienten: Los hombres se suicidan 4 veces más que las mujeres. Tal vez será porque ellos ocultan sus emociones por temor a parecer débiles e incapaces, no pudieron sobrellevarlos ellos solos y terminaron tomando esa fatal decisión. Conclusión: El dolor es relativo. Evita exagerarlo o minimizarlo.
Al leer este libro tendrás que abrir tu mente como nunca antes y empaparte de creencias que jamás se te cruzaron por la cabeza. Cultiva perseverancia en cada uno de los siete pasos y ten hambre de experiencias de forma continua. Ello aumentará tu madurez y definitivamente te premiará con el dulce sabor de la liberación.
Todos tenemos nuestras aflicciones, y si bien el perfil, el peso y el tamaño del dolor son diferentes para cada persona, el color del dolor es el mismo para todos. – Diane Setterfield
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