Acordémonos que Jesús
es siempre el mismo:
ayer, hoy y siempre.
Vamos a su corazón
herido por la lanza y
dejemos caer en Él el
fardo de nuestras
culpas. Tengamos
confianza,
inquebrantable
confianza en que su
amor infinito es más
fuerte que todas
nuestras miserias, que
todos nuestros
crímenes. Beato Padre
Padre Alberto Hurtado
Cruchaga S.J.
REVISTA GRATITUD
27