Durante su reinado vio como el Imperio ruso sufrió una debacle económica y militar. Fue apodado «Nicolás el Sanguinario» por los críticos debido a la Tragedia de Jodynka, el Domingo Sangriento y por los pogromos antisemitas que se produjeron durante su reinado. Como jefe de Estado, aprobó la movilización de agosto de 1914 que marcó el inicio de la Primera Guerra Mundial, la revolución y la consecuente caída de la dinastía Románov.