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La comunicación siempre ha sido un objeto de especial interés para mi persona. Desde mi más
temprana infancia he desarrollado una imperiosa pasión por la literatura y me convertí en una
escritora aficionada a una corta edad. Si he de ser honesta, debo decir que comencé mis estudios
en el Instituto Profesional de Enseñanza Periodística con cierta suspicacia y dudas vocacionales. A
los pocos meses, tuve la certeza de haber escogido la opción correcta. Me encontré inmersa en un
mundo de conocimientos nuevos de importante relevancia. Fue así que comencé a desarrollar
contenidos periodísticos y a valorar la tarea titánica del trabajador de la información, que se torna
compleja en tiempos modernos, donde a diario nos encontramos con datos falsos que se extienden
como pólvora mediante redes sociales, en perjuicio de nuestra sociedad. Es así, que el escrutinio
del periodista debe ser más riguroso que nunca, siempre siguiendo el rumbo de la verdad, al
servicio completo de los ciudadanos a quienes debe su tarea. El curso de prensa renovó mi gusto
por la escritura y poco a poco me sumergí en los hechos noticiosos no ya como un mero espectador
que contempla, sino como una investigadora que debe dudar, chequear, contrastar y ampliar los
sucesos. Es así que el curso me aproximó al mundo mismo, siendo capaz de crear nuevos
contenidos con una mentalidad crítica y profesional, a sabiendas de que la noticia debe ser
completa e integral, abarcando todas las aristas y perspectivas posibles. Sólo así podremos ayudar
a quienes informamos a entender juzgar su realidad tal y como es. Con voluntad y compromiso, me
embarqué en este viaje de formación constante y trabajo arduo. Recibí desafíos que cumplí
gustosa y sacaron a relucir nuevas facetas y talentos ocultos. Logré el cometido de escribir
noticias, de jugar con estilos y géneros periodísticos y comprender el poderoso rol de la prensa
mediante el análisis de su historia. No tengo el menor vestigio de duda al afirmar que este curso ha
marcado un antes y después en mi vida y ha traído a mi existencia verdades con las que viviré para
siempre, independientemente de lo que mi futuro profesional me depare. Después de todo, como
decía el sublime Eduardo Galeano “uno queda para siempre siendo habitante de esa mágica caja
que es el periodismo”.
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