REVISTA ESTUDIANTIL DE ANTROPOLOGÍA
Nota editorial: El texto etnográfico, naturalmente asociado a la disciplina antropológica tiene una riqueza
profunda. Su carácter narrativo nos convoca a otras realidades, desde la descripción densa y literaria, eso
que concebimos dicotómicamente diferenciado: el conocimiento artístico y el académico, se traslapan. Entre
un casi cuento, entendemos una realidad empírica que marca ese realismo mágico latinoamericano, con sus
tristezas y alegrías, con sus riquezas y desigualdades.
Luces y Luciérnagas
Extracto etnográfico
Por: Luis Carlos Chow
Dos niños, uno en la gran capital; otro en el mar...
Luces:
Los primeros rayos del sol se avecinan por
la ventana, el bullicio de las calles alerta mis
sentidos. Carros van, carros vienen, y todos en
un ajetreado movimiento, como una orquesta
sinfónica mal organizada y desenfrenada,
estallan en emoción. Es difícil identificar cual es
la peor.
Mi madre tiene horas de estar fuera de cama,
trayendo, cargando, rellenando y almacenando
los pocos recipientes de agua disponibles,
también aprovecha para lavar ropa y hacer el
desayuno con el poco alimento que mi padre
logra conseguir.
Mi padre, por otro lado, despierta antes que
la hora laboral inicie. Él es un ejecutivo de
préstamos a corto plazo de transporte público,
en sus hombros carga la inmensa tarea de que las
personas lleguen a su destino: “5 y le marco” es su
eslogan ¡Todo un mercadólogo! como esos finos
que trabajan en los rótulos allá arriba en el cielo.
Mi día empieza, no más allá de lo que mis
oídos soportan: mi hermana llora, la vecina
pone su música en tonada a todo pulmón, la
prensa, la Leche… parece que todos se ponen
de acuerdo contra mi tranquilidad, contra la
comodidad en general.
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En temporada de clases aprovecho la mañana
para educarme, encuentro a mis amigos con quien
comparto largos ratos en la tarde que trabajo.
Limpio ventanas de carros, allá por donde los
vehículos se detienen, en un pestañar de luces y
colores. Muchos se detienen ante la luz roja, me
aligero inmediatamente y trato de limpiar tan
rápido como puedo. Soy pequeño, pero astuto,
sé que no es lo requerido para ser limpia vidrios,
pero así me la juego. No muchos reconocen mi
labor, otros medio lo hacen y pocos se pasan de
generosos: “¡Ve a estudiar!”, me gritan desde su
cómodo asiento de 4×4.
El sol es mi amigo en la ciudad, nunca me
abandona, lo traigo marcado en la piel, por eso
estoy oscuro, tan oscuro que demuestra las horas
que trabajo, mientras más rojo, más temprano
inicie. Término por allá que solamente logró ver
las luces de los árboles y no hay más ruido… la
orquesta cesó, tengo tranquilidad y unas monedas
en el bolsillo.
Luciernagas:
Las olas cobran vida, según la luna se sienta
alegre o triste, y en casa el vaivén de las olas
trae fortuna y abundancia.
Mi madre y mi padre son pescadores: traen
pargos, camarones, langostas pequeñas y
grandes,de muchos colores vistosos, como
los que en el colegio aprendo: rojo, gris, azul,
café… y cuento cuantos puedo, con mis dedos,
y con las piedras, también utilizó conchas… hay
muchas por acá.
Mi familia sabe mucho sobre la luna, creo que
están enamorados de ella, se detienen largos
ratos a observarla, “hoy no, hoy si”, según lo
que dicte el corazón de la pálida princesa, su
ánimo cambia, y también la marea… creo que
es una consejera un tanto desordenada por qué
los peajes terminan huyendo de ella.
No me preocupa el mar, ni las tormentas cuando
llueve, sé que todo estará bien, porque mis
padres están conmigo, me siento seguro, me
siento pescador… quisiera serlo algún día, y
entender el lenguaje de la luna, quisiera saber
cómo habla, y sobre todo que es lo que tanto
dice para cambiar el humor de mis padre, los
peces y el mar, quisiera usar botas, aprender
el arte del trasmallo, dirigir un bote, romper
las olas en altamar… pero mientras, mi padre
me enseña como tejer trasmallos, mis dedos
son torpes aún, mi maestra trabaja conmigo,
pero aun no logro usar bien mis dedos, estoy
muy lejos de poder ser pescador. Pero no me
preocupa tanto, en la noche que mis padres van
a pescar, miro como van en su bote, “el mojado”
seguramente por toda el agua. Quedó entre las
olas, la luna y todas las luciérnagas que cubren
el patio, no me siento sólo.
Ilustración: Andrea Bravo
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