Revista Usuré Mosaicos Culturales | Page 40

REVISTA ESTUDIANTIL DE ANTROPOLOGÍA su obra académica como panfleto de propaganda. Fue miembro del Partido Comunista Francés (PCF) entre 1950 y 1953, participó activamente en el Movimiento Mayo del 68, y estuvo vinculado con los maoístas a inicios de la década de 1970 (Chomsky, Foucault, Elders, 2006). No obstante, este no dudaba en lanzar críticas a la intelectualidad de línea marxista, dejando entre- ver algunas ideas sobre lo que al menos no consideraba que debía ser la labor de una o un intelectual. Haciendo referencia a esto, decía: “El problema de los intelec- tuales marxistas en Francia era —y en esto jugaban el papel que les prescribía el PCF— el de hacerse reco- nocer por la institución uni- versitaria y por el establish- ment; debían pues plantear las mismas cuestiones que ellos, tratar los mismos pro- blemas y los mismos domi- nios: «Nos sentimos orgu- llosos de ser marxistas, no somos ajenos a aquello que os preocupa; pero somos los únicos que ofrecemos so- luciones nuevas a vuestras viejas preocupaciones»” (Foucault, 1979, p. 176) Ahora bien, sobre su posición ha- cia el marxismo afirmó: “No soy ni un adversario ni un partidario del marxismo; lo cuestiono sobre lo que tiene que decir de experien- cias que le plantean interrogantes” 40 (Foucault, 1999, p. 357). Siendo que se puede hallar en esta afir- mación una clave fundamental para comprender la crítica de Fou- cault a este tipo de intelectualidad universalista, la cual radica pre- cisamente en explorar los bordes de las matrices de pensamiento y producción de conocimiento, mostrando así lo incompleto. Foucault no se queda solamente en la crítica a la teoría marxista y a sus intelectuales acérrimos, los utiliza como ejemplos para un cuestionamiento más profundo, dirigiéndose a la intelectualidad universalista, que también equiva- le a profética o clásica: “Durante mucho tiempo, el intelectual llamado «de iz- quierdas» ha tomado la pa- labra y se ha visto reconocer el derecho de hablar en tanto que maestro de la verdad y de la justicia. Se le escuchaba, o él pretendía hacerse escuchar como representante de lo uni- versal. Ser intelectual, era ser un poco la conciencia de to- dos” (Foucault, 1979, p. 183). En este marco, no se trata de es- tar en contra de la justicia, sino en contra de cualquier teoría que se pretenda universal y acabada, que pretenda haberlo dicho todo sobre algo, y ofrecer la mejor y única so- lución posible a un problema. En definitiva, Foucault presenta una dura crítica al marxismo, el cual ha sido históricamente el bas- tión ideológico de muchas luchas sociales a nivel mundial, a la vez que se dirige a todo aquel marxis- ta o no que desde su posición de intelectual crea tener la única ver- dad: “El papel de un intelectual no consiste en decir a los demás qué han de hacer ¿Con qué derecho lo haría?” (Foucault, 1999, p. 378). En esta misma línea, elabora crí- ticas hacia la figura de la intelec- tualidad polemista, categoría que incluye al intelectualismo de iz- quierda: “El polemista se apoya en una legitimidad de la que, por defi- nición, es excluido su adversario” (Foucault, 1999, p 354). Otra intelectualidad: la específica bería interesarme?” (Chomsky, Foucault, Elders, 2006, p. 22). económico, institucional de la producción de la verdad. Para Foucault, la intelectuali- dad universalista, es una retó- rica incapaz de poner en ries- go su condición de privilegio social al enunciar una verdad (Foucault, 2010). Podemos en- contrar ahí los Think tanks del capitalismo, encargados de producir pensamiento en favor de la prevalencia de la domi- nación sobre los grupos sub- alternos, generando lógicas de estandarización, que son en sí mismas excluyentes. Frederic Gros (2012), afirma que para Foucault el paso de la experiencia al saber puede constituirse en un acto político, lo cual coloca a la intelectua- lidad en el centro del análisis de los juegos de poder, ya que tiene el potencial de articular el combate político con la consti- tución de saberes desde la ex- periencia, es decir, producir co- nocimiento desde abajo. No se trata de liberar la verdad de todo sistema de poder —esto sería una qui- mera, ya que la verdad es ella misma poder— sino de separar el poder de la verdad de las formas de hegemonía (sociales, eco- nómicas, culturales) en el interior de las cuales fun- ciona por el momento. Quizá lo que se acaba de men- cionar sea una de las formas de expresión intelectual más co- mún en nuestro escenario na- cional y regional, en perspectiva global, ya que no es sorprenden- te observar intelectuales de “iz- quierda” que invierten la mayor parte de sus energías en intentar monopolizar el análisis de las problemáticas sociales. En tal posición, Foucault (1999) contrapropone la ética de la o el intelectual específi- co: “volverse capaz permanen- temente de desprenderse de sí mismo” (p. 376-377). Retra- yendo nuevamente la idea de generar interrogantes desde la experiencia, mostrando así lo incompleto de lo dicho y proponiendo acciones, lo que implica reconocerse a su vez como un ser incompleto. Con frecuencia se encuentran in- telectuales de izquierda quienes se consideran capaces de opinar sobre cualquier dimensión de la vida social, sin importar el área de la vida que represente (agri- cultura, democracia, materni- dad, ecología, drogas, educación, economía, Derechos Humanos, espiritualidad) y sin importan el lugar geográfico al que se pueda asociar (Nicaragua, Palestina, Argentina, Siria, Cataluña, Chi- na, EEUU, Cuba). Para Foucault, la labor intelec- tual en la sociedad debe estar estrechamente ligada con la política, ya que es precisamen- te esa la forma en que nos or- ganizamos los seres humanos y buscamos la gestión de nues- tros conflictos y necesidades: “¿Por qué me interesa tanto la política? Si pudiera responder de una forma muy sencilla, di- ría lo siguiente: ¿por qué no de- La unión entre la labor del inte- lectual con lo político, es deri- vable del binomio poder/saber, ya que al existir resistencias a los saberes utilizados para la dominación, se está haciendo del uso del saber una acción política. El objetivo es criticar lo que parece neutral e inde- pendiente, desenmascarando la violencia política ejercida de manera oculta y que controla el cuerpo social, para así con- tribuir a la construcción de for- mas para combatirla (Chomsky, Foucault, Elders, 2006). Es el mismo Foucault, quien expone de la manera más óp- tima cuál debe ser el objetivo de la intelectualidad específi- ca, apuntado que el problema político principal: “no es «cambiar la con- ciencia» de las gentes o lo que tienen en la cabeza, sino el régimen político, La cuestión política, en suma, no es el error, la ilusión, la conciencia alie- nada o la ideología; es la verdad misma” (Foucault, 1979, p. 189). Queda claro que la labor inte- lectual puede ser universalista o específica. La primera, pre- tende decirlo todo de una vez y para siempre; la segunda, sabe que su único alcance es el efí- mero presente, por lo tanto es allí, donde puede poner la pro- ducción de saber al servicio de las resistencias, para hacer un aporte político concreto en contra de la dominación. Foucault identifica dos meto- dologías como esenciales para la labor intelectual específica, la historización y la proble- matización, con las cuales se pretende transformar los regí- menes de producción de la ver- dad. Al actuar sobre proble- máticas concretas, la historia 41