REVISTA ESTUDIANTIL DE ANTROPOLOGÍA
Y entonces me fui enganchando
con proyectos de cooperación,
uno de ellos DEMUCA, era un
programa de la cooperación
española dedicado al fortaleci-
miento de la gestión de los go-
biernos locales de Centroaméri-
ca, como una manera de rehacer
o de reconstruir los estados na-
cionales centroamericanos que
habían quedado en buena parte
desarticulados como consecuen-
cia de la guerra civil que se dio
en muchos países.
A partir de la firma de los acuer-
dos de paz, ya se van generando
estas estrategias de intervención
de la cooperación española, se
crea DEMUCA... y luego volví
a España y salió la oportuni-
dad de trabajar en un proyecto
que empezaba, que inició en la
Cumbre de Jefes de Estado y de
Gobierno de Iberoamérica, 1992
en Madrid, que sigue existiendo.
Se llama Asociación de las Tele-
visiones Educativas y Culturales
Iberoamericanas (ATEI).
Empecé a trabajar, la sede era en
Madrid y luego pasé a la agencia
EFE. Tuve relación con el tema
de los medios de comunicación,
pero siempre de alguna manera
estaba vinculado a Latinoaméri-
ca porque, como ya había estado
en Centroamérica y en Suraméri-
ca también, lo echaba de menos.
Fue cuando se me ocurrió estable-
cer un vínculo más estrecho con
Costa Rica, a raíz de que me inte-
resé por Talamanca. Fue un poco
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casual, fue a través de conocer en
España al cineasta Jurgen Ure-
ña, que estaba muy sensibilizado
con el tema de Talamanca. Nos
pusimos hablar, y yo pasaba mis
veranos en un pueblo madrileño
llamado Talamanca, luego ya nos
pusimos a investigar y descubri-
mos que la Talamanca de aquí se
llama así por ese pueblecito.
Luego a partir de ahí, nos pusi-
mos a soñar… (Particularmen-
te yo) nos pusimos a investigar
con indígenas, y profesores de
la universidad como Alí Gar-
cía. Hicimos un viaje bastante
interesante antropológico a Ta-
lamanca, a partir de ahí luego
yo me puse a escribir... me puse
a hacer algunas cosas altruistas,
que me metieron en la dinámi-
ca de Latinoamérica, de la cul-
tura, de los pueblos indígenas
(es algo que siempre me había
gustado). Hicimos un herma-
namiento para exposiciones de
fotos en Costa Rica y en España,
conferencias… una serie de ac-
tividades y yo terminé publican-
do un libro aquí en Costa Rica,
Se llama el Tigre de Agua.
En el año 2002 se dio la oportu-
nidad de volver a Costa Rica, de
volver a DEMUCA, ya conver-
tida en Fundación. No era una
decisión fácil porque yo quería
volver pero estaba en España. Al
final me viene para acá. Y han pa-
sado 15 años desde esa decisión.
He estado trabajando en proyec-
tos de cooperación en Centroa-
mérica, República Dominicana.
5 de esos 15 años han sido en
Guatemala, cuando estuve en
un proyecto de la Unión Euro-
pea, y también aproveché para
conocer la cultura diversa de ese
país, con un enfoque de comuni-
cación, pero siempre intentando
dar el sesgo educativo y cultural,
esto lo he complementado con un
avance académico, saqué maes-
tría, luego un doctorado...
Digamos que la labor profesional
se ha conjugado con la acadé-
mica. Eso ha permitido avanzar
conceptualmente, no quedar-
nos diciendo siempre lo mismo,
siempre intentando lo mismo,
sino intentando abrir brechas:
abrir espacios hacia dónde va la
comunicación... y luego, ya se
han abierto aristas interesantes.
Como la conexión con la UNES-
CO, la conexión con la CECC
SICA, con las Universidades... yo
creo que el balance en general es
positivo. He podido recorrer la
región centroamericana con ese
sesgo cultural, realizar documen-
tales audiovisuales, escribir al-
gún que otro libro también. Ese
es en líneas generales mi perfil
profesional/académico.
Sobre su trabajo con las
comunidades, ¿cómo es el
acercamiento?
El acercamiento no es un tema
fácil. Sobre todo cuando uno le
pone el ojo a algo/ y quiere inda-
gar, quiere describir, quiere cono-
cer primero, y quiere transmitir
después. Entonces ahí uno realiza
una labor muy unilateral. La de-
cisión la toma uno, como cuando
ocurrió lo de Talamanca, entonces
los talamanqueños indígenas no
están esperando que uno tome esa
decisión de ir.
Después, el acercamiento nunca
es fácil, porque ya mucha gente
ha ido ahí a las comunidades indí-
genas y ellos tienen desconfianza,
tienen cierto recelo desde los pro-
cesos de conquista. Mi obsesión
por ir al campo es porque creo que
hay cosas que hay que contar, que
no se conocen que hay que tangi-
bilizar de alguna manera por me-
dio de video, audio o texto.
Yo me acerco primero sin cáma-
ras y sin libretas. Yo voy a hablar
siempre por las buenas. Siempre
hay un informante clave, un in-
formante intermediario, nunca es
fácil pero a través de él me acerco
a la comunidad. Se da un acerca-
miento paulatino y posteriormen-
te la idea es intentar hacerles ver
que ellos son parte del producto,
de la producción en sí, que no sean
solamente las personas entrevista-
das; las personas que están ahí los
sujetos que van a ser motivo de
análisis, de descripción, de inter-
pretación, sino que son parte de
la construcción colectiva. Pero en
cualquier caso siempre en función
del contexto objeto de análisis.
Fácil o difícil, el acercamiento
se hará de alguna u otra manera
pero creo que la ética se ha de
imponer. Pero eso no es fácil
tampoco, se tiene que dar en
función del contexto.
Fotógrafos, antropólogos, comuni-
cadores que no son partidarios de
eso, ellos van sin avisar y empie-
zan a disparar la cámara sin decir
nada y yo no soy partidario de ello
porque de acuerdo a la ética, deben
saber de alguna manera lo que se
hará. Debe existir una aceptación
que está por un lado sustentada en
una autoridad individual colectiva
política, pero que también para
ellos probablemente es una auto-
ridad espiritual. Entonces, es muy
importante para ellos contar con la
aprobación de las autoridades es-
pirituales, porque, si no, ellos son
los culpables o responsables de un
hecho mal causado.
Todo esto que usted nos cuenta
se parece mucho al trabajo
antropológico ¿en qué aspectos
siente usted que se diferencia
o que es similar la labor que
usted está realizando con estas
comunidades a la que podría
hacer alguien de antropología?
Bueno, yo soy partidario de la
etnografía. Me gusta usar esa
palabra porque es una labor que
realizan todos los seres humanos
independientemente de su disci-
plina. La comunicación, para mí,
es importante que sea una labor
etnográfica, porque de lo contra-
rio, no tiene mucho sentido. Du-
rante algunos años estuve traba-
jando en la agencia EFE y no salía
de la redacción, contaba lo que me
transmitían las noticias que salían
por el teletipo pero el que escribió
el teletipo estaba allí en el lugar de
los hechos. Entonces yo realmente
no tenía acceso a la fuente prima-
ria; así que no tenía mucho sentido.
Para mí, la comunicación y el pe-
riodismo son etnográficos, des-
criptivos, interpretativos…, Yo
soy comunicador y soy partidario
de lo que es realizar etnografía
desde la comunicación, lo cual no
es hacer Antropología exactamen-
te, pero sí nutrirse de la aportación
de la antropología. No es comuni-
cación versus antropología, es una
comunicación que se fundamenta
en la antropología.
Son puntos que se mantienen en
campos comunes y que no tienen
que estar enfrentados; todos tie-
nen que basarse en un principio
ético de acercamiento, de tra-
tamiento esenciales a la verdad
aunque siempre habrá una sub-
jetividad y también hay una sub-
jetividad por parte del medio por
quién capta la realidad. Es decir,
hay una subjetividad mediática,
en eso coincidimos.
¿En qué se diferencia uno y otro?
Bueno, como comunicador yo no
consideré necesario estudiar la ca-
rrera antropológica para hacer et-
nografía, pero sí tengo que nutrir-
me de los aportes de la sociología,
y de los principios básicos de la
antropología; pero en el fondo soy
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