Revista UNADiccion Septiembre 2015 | Page 15

La joven, hizo un gesto de intriga y se retiró de la mesa.

Después de ver por sexta ocasión su reloj, Said decidió retirarse. Después de pagar la cuenta, Said se dispuso a salir del restaurante deteniéndose bruscamente en la mesa en la que anteriormente había visto sentada a Lluvia. Observó detenidamente aquel pequeño espacio y levantó una pequeña pieza de metal bañada en oro, con la forma de un hada.

“La vida te enseña a reconocer ciertos detalles en la gente hijo” recordó Said al tiempo que se dispuso a salir del restaurante. Al abrir la puerta la figura de Lluvia irrumpió en el lugar y caminando apresuradamente se acomodó en la mesa en que acostumbraba a sentarse.

Lluvia parecía enojada, su blusa blanca remataba en el azul de su falda que hacía lucir aún más blancas sus hermosas piernas. El peculiar sonido del cerillo con el que Lluvia encendió su cigarro llamó la atención de Said.

— Existen ya muy pocas personas que conservan la costumbre de usar cerillos — Afirmó Said dirigiéndose a la joven.

— No tenían encendedores en la tienda — Contestó irónicamente Lluvia sin voltear a verlo.

— ¿Vienes a menudo? — Preguntó Said.

— Sí, vengo todos los días, no tengo novio y tampoco quiero conocer a nadie, así que si buscas algo más, te sugiero que no lo intentes — agregó bruscamente Lluvia.

Said sonrió divertido y contestó:

— Bueno para tener 23 años, pareces muy agresiva

— que adivines mi edad no significa que me conozcas — agregó Lluvia.

— Pareces ser experta en cortar conversaciones, sin embargo solo quería devolverte esto — dijo Said y depositó en las manos de Lluvia el pequeño trozo de metal bañado en oro con forma de hada.

— En la Edad Media la gente les atribuía poderes mágicos y creían que conocían encantamientos que les permitían permanecer siempre jóvenes y bellas, aunque yo diría que no necesitas conocer nada de eso— Continuó Said.

¿Eres experto en Hadas? — preguntó Lluvia en tono irónico.

— En realidad sé más de princesas, pero lo que traías era un hada, así que tuve que improvisar — Contestó Said.

—¿Y qué te hace pensar que ésta hada es mía? — interrogó Lluvia.

—La última vez que te vi, traías una gargantilla con 2 hadas, ésta vez traes delfines, pero supongo que cuando te fuiste preferiste dejar en tu casa la gargantilla incompleta-dijo con seguridad Said y continuó — También creo que lo perdiste hace no más de dos horas cuando viniste a cenar y volviste por él por que debe tener un valor sentimental muy grande.

Lluvia miró a Said con un gesto de incredulidad y asombro y le dijo:

—¿Cómo supiste todo eso?

Said se sentó frente a ella y contestó- de no tener un valor sentimental, no habrías vuelto por él. El personal de limpieza barre y trapea cada dos horas, de modo que de haber pasado más tiempo, yo no lo habría encontrado. Están dando las 8 de la noche, lo que me hace suponer que acostumbras venir a cenar, todos los días a las 6 de la tarde, además por la prisa que mostraste al entrar me imagino que te angustiaba la idea de no encontrarlo.

— No vine a buscar nada- afirmó Lluvia con una sonrisa amable-pero tienes una forma interesante de adivinar las cosas, eres algo raro.

¡Era la segunda vez en menos de dos horas que dos personas distintas opinaban que Said era raro!

Said miró fijamente a Lluvia por unos instantes y después preguntó:

— ¿Quieres tomar algo? Yo invito.

— Sí, un jugo de naranja está bien — afirmó Lluvia

— Sí, yo también pediré un jugo — dijo Said al tiempo que llamaba a Griss quien después de tomar su orden se retiró rápidamente como queriendo pasar desapercibida.

— Tienes unos hermosos ojos, pero me gusta más el contraste que refleja tu mirada — reflexionó Said y continuó — eres dueña de una mirada hermosa, pero profundamente triste. ¿Eres un ángel?

— ¡Claro que no! — dijo Lluvia con una sonrisa alegre.

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