Revista UNADiccion Marzo 2014 | Page 16

“En el mundo de mis sueños” Queridos lectores, les relataré una nueva historia en este su apartado "El mundo de mis sueños". Despierta por la tarde, abrí un álbum de fotografías al azar, en el invaden las imágenes de mis viejos en el rancho donde vivían después de haberse jubilado, eso fue al haber yo cumplido la mayoría de edad para descansar aparentemente y poder disfrutar el tiempo que les quede de vida. Al quedarme dormida llevo conmigo los recuerdos de lo visto y convivir unos momentos con ellos a tanto tiempo de su partida. A unos cuantos minutos después de haber abordado en Zitácuaro el autobús de pasajeros en dirección a Curungueo y antes de llegar a la parada oficial “La tiendita" se escucha mi voz estruendosa pegar un grito al chofer !baaaaajan! cantadito como es la costumbre, me es tan difícil acercarme a la puerta de bajada entre tanta gente cargada con bultos y bolsas llenas de mercancía comprada en el mercado, todas ellas amontonadas bloqueando en el pasillo ya de por sí tan angosto haciendo más difícil lograr mi objetivo. Afortunadamente el camión de transporte colectivo se frena lentamente dando tumbos al salir de la carretera que al detenerse en la parte de terracería produce una tremenda nube de polvo. Entre jalones y estirones, algunos pasajeros junto conmigo logramos bajar del camión. A causa del apretujamiento y la polvareda bajo toda desarreglada. Ya estando afuera el sol acaricia mi cara, el viento se cala entre mi ropa descompuesta y tratando de acomodarla estirándola y sacudiéndola con mis manos, percibo una repentina inquietud, me invade una emoción de libertad sumada a la alegría que me produce el deseo de ver a mis viejos. Con ese sentimiento cruzo la carretera tan angosta, que solo cuenta de dos carriles, uno por cada sentido. Me quedo parada contemplando el panorama por unos segundos, aprecio todos los detalles, tantas veces había haber caminado por estos lugares y nunca los había disfrutado como ahora. Camino de frente, mi mirada se dirige al rancho de la Maestra (no recordé nunca su nombre) quien solo venía desde la ciudad de México a pasar los fines de semana como muchos dueños de los otros ranchos del pueblito. Sigo caminando cuesta abajo, rapidito, porque nunca me gustó la entrada, en esa parte está ubicado el panteón además de que tiene un aspecto extraño de túnel natural cubierto por las ramas de los árboles a cada lado, oscuro y lúgubre. Sin más y antes de cruzar las vías del tren escucho el saludo de Don Javier, el vecino propietario del establo que abastece al pueblito con sus productos ganaderos y quien me pregunta, ¿Van a querer leche? inmediatamente le respondo que sí y continúo mi camino. Detengo mi paso frente al arroyo admi