Travesías didácticas Nº 29 • Diciembre 2018 | Page 59
Los niños con un buen autocontrol y temperamento estable a la edad de 3 años, generalmente
lo mantienen al ingresar a la escuela. Los niños que muestran un mal autocontrol pueden tener
dificultad para interpretar las emociones de los otros, con la lógica consecuencia de
aislamiento y melancolía
El tercer factor ligado a los factores propios del niño, es la flexibilidad, entendida como la
capacidad individual de adaptación que pueda tener el ser humano (cooperativo, amable y
tolerante)
Por último, el sentido del humor también desempeña un papel importante en la capacidad de
hacer frente a la adversidad, ya que sirve para mejorar los mecanismos de adaptación y para
moderar la intensidad de las reacciones emocionales.
Un último factor determinante para el desarrollo resiliente –aunque no menos importante- que
queremos resaltar es la autoestima, ya que colabora para que los sujetos sean más resistentes
a los acontecimientos estresantes reduciendo los niveles de frustración, dado que aumentan
la adaptabilidad con el consecuente incremento de las redes sociales.
2) Aspectos vinculados a las TIC
El otro elemento fundamental del marco teórico de nuestro trabajo, se focaliza alrededor del
fenómeno devenido del impacto producido por la inclusión de las denominadas tecnologías de
la información y la comunicación en todo el mundo, y en nuestro país en particular. En efecto,
en los últimos tiempos en América Latina, se ha producido una acelerada irrupción e inversión
en las tecnologías de la información y la comunicación en el espacio social y, en particular, en
el espacio educativo a partir de numerosas iniciativas que de diversos modos procuran dar
respuesta al requerimiento de generar condiciones para garantizar más y mejor educación
para toda la población.
Aunque hace menos de 50 años, pensar en el desarrollo que experimentarían las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación, resultaba más emparentado con la narrativa
fantástica que con la ciencia, seguramente el tiempo dirá que estamos en la protohistoria de
la era digital. El siglo XXI nos enfrentó a la urgente necesidad de revisar todos los aspectos
de nuestra vida cotidiana, incluyendo por supuesto los del sistema educativo, el cual y como
afirman Savenyea, Olinaa y Niemczyka (2001) día a día va entramándose más y más con las
tecnologías de la información y la comunicación, hasta el punto de observarse un
deslizamiento conceptual -como bien lo define Thomas (2010)-, destinado a hacer
desaparecer las diferencias entre los espacio de aprendizaje (presenciales tradicionales) y los
entornos de aprendizaje (virtuales actuales).
Esta auténtica revolución tecno-industrial contemporánea, no ha hecho más que desarrollar y
potenciar la idea de que cualquier persona puede aprender cualquier cosa, con cualquier otra
persona, en cualquier lugar y en cualquier momento (Bonk, 2009).
A pesar de lo expresado, algunos investigadores (Ravenscroft, 2003; Sang et al, 2010)
aseguran que la integración de las TIC en el sistema educativo está recién comenzando y que
debería ser aún mayor. Es por ello que -entre muchas otras razones- el despegue tecnológico
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