Travesías Didácticas Nº 23 • Diciembre 2016 | Page 37
En muchas oportunidades pareciera que el momento de juego libre de los niños es el descanso
del docente o el momento para firmar cuadernos, pegar notitas, recortar figuras, etc. Los niños
juegan y los docentes levantan la mirada cuando escuchan un llanto, un grito o se acerca
algún niño con alguna queja o pedido de ayuda. ¿Y en el patio? ¿Cuál es el lugar del docente
en el patio mientras los niños juegan? Sin duda, una de las principales funciones será velar
por la seguridad de los niños. Pero más allá de esto, ¿qué es lo que vamos mirando en los
patios?, ¿qué vemos realmente de los juegos de nuestros alumnos? Con frecuencia, las
docentes adoptan una postura casi fija en algún lugar desde donde observan a los niños.
¿Toman distancia? ¿Qué pasaría si circularan, se acercaran, estuvieran atentos a los
diálogos? ¿Cuál es la función del docente en los diferentes momentos de juego?
En un contexto de formación, una docente cuenta que en el Jardín en el que trabaja
como auxiliar, al entrar en una sala de 4 años, todos los niños estaban jugando en
diferentes sectores y Lucas estaba corriendo de una punta a la otra en la sala sin
jugar, casi mecánicamente. Cuando la auxiliar se acerca a Lucas para intentar
involucrarlo en algún juego, la docente a cargo de la sala le dice: “Dejalo, él no
puede, tiene TGD”.
Esta situación se escucha con frecuencia especialmente cuando los niños manifiestan alguna
dificultad o vienen diagnosticados (¿etiquetados?) desde otro lugar. ¿Acaso un niño con
alguna dificultad no puede jugar? El derecho al juego, ¿no es universal? ¿O será el privilegio
de algunos? ¿Cuál será entonces la función del docente con estos y todos los niños durante
el juego en el Jardín?
El juego convoca a todos los niños desde diferente lugar y es precisamente un espacio y un
tiempo de encuentro entre pares. La tarea docente en primer lugar es abrir y habilitar este
espacio para que cada niño encuentro su rol, su tiempo, su disfrute y pueda ir descubriendo
nuevos aprendizajes junto a sus pares. El docente promoverá desafíos complejizando cada
momento de juego. Para ello es fundamental adoptar un rol activo en primer lugar desde la
observación, estando atentos a los diálogos que surgen, a los modos de interactuar de los
niños, a la utilización de los materiales, a las evitaciones de juegos, etc. En algunos momentos
implicará también jugar con los niños, involucrarse, poner el cuerpo para poder comprender
con mayor profundidad lo que sucede en el juego.
Es muy interesante observar cuando un docente se ofrece como un jugador más: siempre hay
un grupo de niños que se acercan entusiasmados para integrarlo, darle un rol, ofrecerle una
taza de té, hacerle una torta de masa o de arena, etc. Las posibilidades se abren y desde ahí
el docente podrá ampliar aún más el juego convocando a todos los que se acercan.
En una sala de 3 años, las docentes armaron una peluquería con los niños para que
puedan jugar. En un momento una de ellas se acerca y pregunta si puede pasar
porque tenía turno. Los niños que estaban le dijeron que sí. Ella se sienta y cada uno
de los niños aprovecharon este acercamiento para realizar diferentes cosas: una
niña la peinaba, la otra la maquillaba, un varón mientras tanto le secaba el pelo, otra
niña se peleaba con la peinadora para que le deje libre unas mechas porque quería
hacer una trenza y otra niña le ponía collares brillantes imaginarios.
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