Revista TALENTO - Coaching, Mentoring, Liderazgo y RRHH 33 | Page 19
que podemos encontrar, retener, perder,
etc. El problema de pensar el talento de esa
forma es que muchas veces generará un
pensamiento no muy certero del tipo “tengo
talento o no tengo talento”, lo convertimos
en un recurso escaso que hay que buscar en
algún lugar ahí fuera, lejos de nosotros, pensamos así en el talento como un “producto”.
Lo que no solemos hacer es pensar el
talento como un proceso, o mejor dicho
como un conjunto de procesos, relacionados entre sí y necesarios para nuestra
vida, ya que muchos de ellos se encuentran
presentes en nuestro desempeño cotidiano, y nuestra calidad de vida y satisfacción
depende de ellos.
Qué cosas hacemos o no talentosamente,
vendrán definidas por una triple relación
entre nuestra confianza para hacer algo
(nuestro propio sentido de autoeficacia), la
motivación para hacerlo y la competencia
con la que desempeñemos esa particular
actuación.
A veces, se diseñan cursos para desarrollar
una determinada habilidad a expensas de
activar la motivación necesaria para ello, o
cursos para desarrollar nuestra motivación
y confianza de forma aislada. A menudo las
personas que carecen de confianza porque no han desarrollado aún la habilidad,
piensan que una mayor confianza o más
motivación les ayudaría a tener más éxito.
Tristemente esto suele ser una pérdida de
tiempo y esfuerzo pudiendo ser muy peligroso. Lo ideal sería que la confianza y
la motivación se construyeran sobre la
competencia y no se administraran como
un estimulante artificial. Es como intentar
mejorar la marca de un corredor haciendo
únicamente que se sienta confiado a expensas de cualquier entrenamiento físico.
Pensar en el talento como “producto” nos
aleja de la posibilidad de mantenerlo o
desarrollarlo (en nosotros mismos, en nuestros equipos y organizaciones) y sobre todo
de gestionarlo de forma efectiva. Desde
luego no tiene sentido preocuparnos por
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