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XUNÁN KAB
(LA ABEJA MELIPONA DEL MUNDO MAYA)
IX K´UK B´AHLAM
Había una vez una pequeña abejita con alas muy hermosas que
habitaba en la selva maya. Le gustaba mucho volar y su nombre
era Nicté Ha, poseía una familia muy grande y encantadora, que
disfrutaban mucho trabajar. Nicté Ha tenía una gran admiración a
la belleza de la naturaleza y al contemplar la biósfera se preguntaba
¿cuál había sido su origen?, ¿cómo habían llegado las abejas a la
Tierra? Así que un día decidió preguntarle a su madre, la gran abeja
reina, ella con mucho amor le relató el origen de la comunidad
abejar y le platicó que allá en el corazón del cielo, en el paraíso
eterno, habitaban el gran padre y la gran madre de todo lo que es y
existe. Con gran amor, le narró que eran la pareja divina, la pareja
que no tenía principio ni fin. Sus venerables nombres eran Itzamná
e Ixchel y habitaban en el lugar de la esencia, lugar del señor y la
señora, lugar de la dualidad. Eran seres con luminiscencia propia
que un día decidieron darse un gran regalo y convidarlo al mundo
sublime y terrestre. Por esa razón formaron a Xunán Kab, la abejita
melipona, allá en el océano celeste, para su disfrute y regocijo de
las delicias y las bondades de la miel.
Nicté Ha, escuchaba con gran atención a su madre, quien le platicaba
cómo el gran padre y la gran madre le dijeron a la abeja primera:
“tu oficio será hacer miel y para ello trabajarás con gran amor cada
día. Primero: formarás un gran panal en las cuatro cuevas de los
cuatro bosques de mi reino, por tal motivo te daré muchas hijas e
hijos para que te ayuden en esta labor, serán las abejas obreras y
los abejorros fecundadores, y tú serás la reina de todo el abejar”.
Le contó, que los grandes señores del cielo Itzamná e Ixchel
continuaron diciéndole a Xunán KAb: “te deberán respeto y
obediencia en el trabajo y producirán mucha miel, que será el fruto
del trabajo arduo de cada día y de toda su vida; en beneficio tuyo
y de tu colonia. Ello será tu recompensa y la recompensa de todos.
“A tu orden, tus hijas e hijos descenderán a las cuatro cuevas, a las
flores y a los campos para trabajar incansablemente. Ellas y ellos
regresarán contigo, te traerán la miel de diferentes cualidades y
nosotros probaremos cada gota de miel, la degustaremos y la
compartiremos con todos nuestros invitados y, hasta que se ala
apetecida por nosotros, no cesarán de trabajar descendiendo y
ascendiendo hasta nosotros que somos sus padres y maestros.
Irán y vendrán a nosotros una, cien, doscientas, trescientas y
cuatrocientas veces, hasta que alcancen la perfección en su trabajo.
A quien lo logre, le daremos como condecoración un corazón y un
rostro como el nuestro, pues estas abejas son nuestras hijas como
tú que eres su reina.
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Septiembre 2017
“Así se hizo, y Xunán Kab la gran abeja reina tuvo innumerables
hijos e hijas que descendieron a trabajar a las cuatro esquinas del
mundo, en los cuatro peñascos, en las cuatro cuevas, en las cuatro
ceibas sagradas. Trabajando junto a los cuatro Bacabes que dan la
lluv ia, las flores, el calor y la briza. Guardianes y protectores de los
campos, de todos los animales, de todas las cosas, en fin, de toda
la vida”.
La abeja reina le explicó a Nicté Ha que por más que se esforazaron
las abejas, no lograron la calidad de miel que se requería para
obtener el premio, la victoria, la corona tan ansiada por todas.
Entonces, la gran Xunán Kab desde su alta morada, descendió
a la tierra para enseñarles su arte y su ciencia a las abejas y así
se extendió la perfección y sabiduría no sólo a las abejas, sino a
todos los animales, a toda la vida y a todas las cosas, incluyendo al
hombre maya, el escogido, el que sabe trabajar, el que produce miel
y trabaja con nosotras las abejas. Y con esta miel el hombre maya
alimenta, cura y da felicidad a sus hijos y a sus hermanos.
Así, cuando terminó su misión de la gran abeja reina en la tierra,
ascendió a los cielos de los cuales había venido y se sentó en su
trono a esperar a sus hijas e hijos para entregarles su corona, su
trofeo, su gloria. Sin embargo, la bondad infinita de los padres
celestiales, extendieron su ofrenda a todos los animales que
alcanzaran la gloria; y por supuesto, espera de manera muy especial
al hombre, en el momento que consiga la perfección en el arte y
la ciencia de producir la miel. Entonces el hombre será la imagen
del rey y reina en los cielos que son el gran padre Itzamná y la
gran madre Ixchel en su advocación de la divina Xunán Kab, nuetra
ancestral madre para habitar en el océano celeste.
Nicté Ha, dio un gran suspiro lleno de regocijo y ternura. Y con
mucho amor y alegría abrazó a su madre dándole las gracias, porque
ahora se sentía más orgullosa de su origen.
Ana María Guerrero Orozco