Revista SICES - Segunda Edición 2019 Julio 2019 | Page 29

REVISTA SICES también pueden ser suplidas desde la fe cristiana, puesto que la persona encuentra su valor en el ser dependi- ente, pero a la vez se siente valiosa para un ser superior, y así también, para los demás miembros de su congregación (Isaías 43:4, Lucas 12:6-7, Juan 3:16). Finalmente, Maslow plantea que si bien es cierto, la necesidad de autorre- alización es la más alta de la jerarquía, no todas las personas llegan a alca- nzarla, ya que ésta es una experiencia individual. Sin embargo, muchos de los que buscan una religión parecen estar hambrientos por encontrar un sentido a la vida, constituyéndola como un significado para su existen- cia sobre la Tierra. Paul Tilich (1957) presenta una cualidad de la experiencia religiosa y la llama la “suprema preocu- pación”, por el significado de la vida, por la autorrealización del hombre, el cumplimiento de la tarea que la vida nos impone. De hecho, los cristianos buscan dicho sentido y lo hacen por medio de su fe, puesto que una parte fundamental en su doctrina es la creen- cia de que hay vida eterna después de la muerte (1 Juan 5:13, Juan 3:16, 1 Tesalonicenses 4:15-16, Juan 6:47). En relación con eso, Allport y Ross (1967) hacen una diferencia entre los tipos de religión en las personas, siendo ésta intrínseca, cuando es una fe genuina, sentida y devota. Por su parte, la religión extrínseca se refiere a las personas que asisten a la iglesia para obtener un estado social y les es útil porque les ofrece seguridad, consuelo, distracción, estatus y autojustificación. Todo esto arroja una luz sobre la pre- gunta del por qué las personas buscan y siguen una religión y la hacen parte de su estilo de vida. La persuasión por medio del discurso El diccionario de la APA (2015) define la persuasión como un esfuerzo activo 23 de parte de una persona para modificar las actitudes, creencias o emociones de otras asociadas con algún asunto, individuo, concepto u objeto. Reardon (1983) la define como la actividad de demostrar y de intentar modificar la conducta de por lo menos una persona mediante la interacción simbólica, estableciendo que, a diferencia de la comunicación, la persuasión es siem- pre una actividad consciente. hablando o son expertos con respecto a los temas que se están presentando son más persuasivos que los no expertos o no percibidos como tal (Hovland & Weiss, 1951). Otro aspecto que influye en el nivel de persuasión de un emisor es su lenguaje no verbal, las personas que hablan rápidamente y ven a los ojos tienen un mayor grado de influ- encia en los receptores (Miller et al., 1976). Con la persuasión se intenta que alguien actúe o piense de la forma en que el comunicador desea, sin embargo, podemos saber que no todos los mensajes logran cumplir ese propósito. Hay diversos elementos que deben estar presentes en el mensaje per- suasivo para que éste pueda convencer. McGuire (1968) plantea que el cam- bio de actitud viene determinado fun- damentalmente por dos procesos: a) la recepción del mensaje (que incluye atención, comprensión y retención) y b) la aceptación. Los elementos de la persuasión son: el mensaje, la fuente, el medio de comunicación y la audiencia (Trenholm, 1989). En la medida en que las características de éstos actúen sobre la atención, comprensión y la aceptación, el éxito del mensaje persua- sivo podrá ser más predecible. En cuanto al receptor, hay ciertas car- acterísticas que harán que un mensaje tenga mayor o menor efecto persua- sivo, como ser, autoestima: a menor autoestima, mayor posibilidad de per- suadir (Nisbett, 1967; Rhodes, 1992); inteligencia: a menor inteligencia, menor capacidad para crear contra argumentos, por lo que se aceptará el mensaje más fácilmente (Eagly, 1976); el grado de implicación en el mensaje: entre más importancia tenga el tema y más implicado esté el sujeto, será más fácil de persuadir (Petty,1990); y la auto-eficacia: si la persona cree que puede poner en práctica los men- sajes recibidos, será más probable que sea persuadido (Maddux, 1983). En contraparte, Morris y Maisto (2001) plantean que hay ciertos elementos en la audiencia que harán más difícil que una actitud pueda cambiar, si la audi- encia tiene un fuerte compromiso con las actitudes actuales, estas actitudes son compartidas por otros y fueron inculcadas durante la niñez temprana por grupos fundamentales como la familia, las personas serán menos pro- clives a tomar los nuevos mensajes, no dejándose persuadir por ellos. La fuente se refiere a quién es el emi- sor del mensaje. Ciertas características del emisor son deseables para que el mensaje logre persuadir, por ejemplo, su experiencia, (Hovland y Weiss, 1951), credibilidad ( Jain y Posavac, 2001), competencia (Bochner et al. 1966), fluidez en la transmisión del mensaje (Miller et al., 1976), el nivel de educación, ocupación y experiencia, autoridad o prestigio (O’Keefe, 1990), sinceridad (McGuire, 1985), atrac- tivo (Chaiken, 1979), poder (Kelman, 1958) y la semejanza con la audiencia (Sears & Kosterman, 1991). Quienes parecen conocer de lo que están Por su parte, en cuanto al mensaje en sí mismo, aquellos que no dem- uestran estar diseñados para cambiar nuestras actitudes son a menudo más efectivos en este sentido que aquel- los que parecen intentar alcanzar esta meta (Walster & Festinger, 1962).