Revista SICES - Segunda Edición 2019 Julio 2019 | Page 16
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Ciencias de la Educación, Humanidades y Artes
hojas, tantas,/ que enraizándose,
sobrepesándome,/ me destap-
aron y me volaron los sesos./ Se
me enfebreció el corazón, y, ardi-
endo,/ me di cuenta que ni yo
mismo soy mío,/ que lo único mío
era el acto/ de “mi” propio cora-
zón ardiendo/ en propio fuego,
creciendo,/ subiendo en propia
llama hasta mi alma,/ y abrirla./
Salimos por el alma./ Aquí, hoy, a
orillas de la ciudad/ del cetáceo, a
las murallas/ en las afueras de esta
ciudad enorme,/ de tres o más días
de andadura,/ -esta ciudad ter-
mina donde empieza-/ estamos
fuera del Animal./ Aquí: un sitio.
Hoy: un día (Bulnes, 1980, 112).
El Jonás de Bulnes al igual que el Jonás
bíblico, logra regresar a tierra firme
( Jonás 2:10 Versión Reina Valera,
1960), después de tres días y tres
noches, dispuesto a predicar en Nínive.
En la sección 23-VII (114) él comen-
zará a “profetizar”, llegará a hacer ref-
erencias intertextuales a alrededor
de nueve profetas y sus profecías de
destrucción y castigo a ciudades y per-
sonajes bíblicos: “9 Efraím se entregó
a los amantes./ 2 ¡Hombres dando
besos/ a los becerros!/ 6 La espada
exterminará a sus hijos/ y los consum-
irá/ con sus consejos./ 11 Jacob tendrá
que rastrillar (Oseas 2, 8-13-11-10)”
(Bulnes, 1980,116).
Son referencias a historias bíblicas
donde los Profetas, por medio de su
vínculo con Dios, presagian los cas-
tigos para Israel, Judá, Jacob, Efraím,
Jerusalén y la misma Nínive, como en
el caso cuando cita al libro bíblico del
profeta Nahúm: “1 ¡Ay de la ciudad,/
4 de encantadores,/ 1 de violencia/
y de rapiñas!/ 14 Ya no se oirá más/
la voz/ de tus embajadores (Nahúm
3-2)” (Bulnes, 1980, 114). Son todas
ciudades, pueblos y personas que se
han apartado del camino de Dios y éste
por medio de profetas como Nahúm,
Oseas, Joel, Amos, Abdías, Sofonías,
Hageo, Habacúc, Miqueas y el mismo
Jonás llega a anunciar su castigo.
El Jonás del Edilberto Cardona Bulnes,
al igual que el Jonás bíblico, después
de predicar y cumplir con el mandato
de Dios se retira al desierto ( Jonás 4:
6-8): “Ah imagen esta de posible ciu-
dad,/ piso y tejado de la oculta./ Desde
el desierto, acá, se puede ver/ las calles,
las fuentes, las cúpulas,/ los monumen-
tos, los obeliscos, los arcos…” (Bulnes,
1980, 117 - 118).
Al igual que Nínive, esta ciudad que
el poeta observa del desierto se carac-
teriza por la podredumbre espiritual
y el alejamiento del camino de Dios
de sus habitantes: “…el estadio de los
tontos,/ el atrio de los dementes,/ el
denso laberinto de los tabernáculos,/
el blanco templo del dorado animal”
(Bulnes, 1980, 118).
En la misma sección, llega a describir
el comportamiento de los habitantes
de esta ciudad que el Jonás de Bulnes
observa: “Se encuentra/ y se re-en-
cuentra gente, se la juzga/ de la misma
especie, de la misma raza,/ de la misma
lengua, se le habla/ hasta por gestos.
No contesta, luego...” (Bulnes, 1980,
119). Estas personas llegan a estar
incomunicadas: “Confunden/ la per-
cepción, anulan el tiempo./ Y no se
miran, no se tocan, no se oyen,/ ni se
huelen, a lo que más se puede llegar/ es
a salivar el acre, áspero, arenoso/ eco de
su silencio frío” (1980, 119).
El Jonás de Cardona Bulnes al igual
que el Jonás bíblico inicialmente
intenta huir del mandato de “Dios”,
de esta “Voz” que lo manda a predi-
car a Nínive. Ambos buscan huir del
mandato de lo superior, de lo celestial
a “Otra costa” a Tarsis. Es en la sec-
ción 22-V (119-120) que el Jonás de
Cardona Bulnes expresa la aversión
inicial que éste sintió ante el mandato
de Dios de Predicar:
Yo no hube, no habría querido
esto./ Hubiera querido, no sé, otra
cosa./ Hasta habría, quise huir de
la Voz./ Yo no he querido esto.
Quería otra costa,/ otra orilla de
luz./ Qué importa lo que yo haya
querido./ La voz me subía por
acá, y hoy,/ con los labios quema-
dos, no querría más,/ no quisiera
menos (Bulnes, 1980, 120).
Es en la siguiente sección, la 4-IV que
el poeta define la palabra: “La palabra
es posición del Hombre./ Pre-posición
del Ángel. /Pro-posición de Dios./
Inter-posición del sueño./ Com-
posición de todo” (Bulnes, 1980, 120).
Esta definición llegará a ser central en el
viaje del Jonás de Bulnes. Es en ella que
el poeta encuentra a su propio Dios, es
ella quien le manda a predicar como lo
hizo Dios con el profeta Jonás:
La palabra no es de nadie./ La hac-
emos nuestra con nuestra vida./ A
precio de sangre./ La cargamos de
nosotros/ y nos enseña a des-cu-
brir, re-cubrir/ nuestro mundo
dentro del único/ en el monte
ante el cáliz de la noche./ Dudaré
su concepción./ Creeré en ella.
La sabré./ La diré a las arenas./
Conspiraré en secreto./ La entre-
garé sin precio/ hasta suicidarme,/
la señalaré en lo oscuro con un
beso/ y la cautivaré en la noche./
La negaré temblando y mal-dici-
endo/ la des-conoceré tres veces
(Bulnes, 1980, 122).
La palabra es aquella que le permite al
poeta “des-cubrir” su mundo, llega a
ser análoga al Dios del Jonás bíblico.
En los últimos versos citados, llega a
dar alusiones a pasajes bíblicos que
mencionan características y episodios