229). Es de detallar, que el ejercicio de fundación, no fue un acto improvisado,
este conquistador, se introdujo al occidente de esta comarca, hasta constatar
de un sitio apto para tal fin.
En esta dinámica, mantuvo de manera incansable su marcha, “…hasta
llegar a descubrir la populosa población de Escuque, situada en un lugar
eminente a las vertientes del caudaloso río de Motatan […] donde pareciéndole
a Paredes paraje acomodado, por las conveniencias del sitio, fundó el mismo
año de cincuenta y seis la ciudad de Trujillo…”, y más allá de las discrepancias
presentadas por los mismos cronistas, en lo que respecta al año de fundación
y a los posteriores desplazamientos de la ciudad y sus pobladores; Trujillo
estará ligado a esa relación siempre tirante entre los cuicas y el conquistador
español. Por otra parte, sobre el asentamiento definitivo de la ciudad de Trujillo
en el lugar que actualmente se encuentra, Urdaneta (2007), señala lo
siguiente:
Se refunda la ciudad de Trujillo, por séptima vez, en el valle de
los mucas, su actual asiento. “Ciudad portátil”, como se la
llamara, con anterioridad había sido devorada por las
discordias de sus vecinos, rencillas de los fundadores,
concupiscencias y maltratos a indígenas, egoísmos del
gobierno actuante, y acosada por plagas de insectos
(bachacos), pantanos o barriales, enfermedades diversas,
truenos y temblores o tempestades, “tigres y otras sabandijas”,
en los diversos sitios en que anduvo fijada, como Trujillo de
Cuicas, Trujillo del Collado, Trujillo de Medellín, Mirabel, Nueva
Trujillo, Trujillo de Salamanca y finalmente Nuestra Señora de
la Paz de Trujillo. (pág. 66).
Puede apreciarse en este relato, el agotador proceso que condujo a la
consolidación definitiva de la ciudad de Trujillo, y lo que posteriormente pasaría
a constituirse en la región trujillana. Pero resulta sumamente importante,
detallar el cómo y los por qué de este proceso que condujo a diversos traslados
de la ciudad y de sus pobladores por diferentes rincones de la nación de los
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Arbitrado
poblarse, sin que en la docilidad encontrase oposición…” (Oviedo, 1967, pág.