La realidad actual que se vive, urge individuos integrales y proactivos
con competencias que les permitan actuar de manera eficaz en la sociedad.
En este sentido, se vislumbra la importancia que tiene la formación integral de
los estudiantes; a estos se les debe guiar y orientar sistemáticamente en todas
las etapas que transita promoviendo e integrando la ética y los valores
morales; elementos fundamentales que debe ser tomado en cuenta en los
componentes del currículo universitario.
No es un secreto para nadie que los cambios que sean dados en
sociedad han traído como consecuencia una profunda crisis de valores. Es por
ello, que nuestras casas de estudios deben poner el acento supremo en
aumentar su capacidad para servir en medio de la incertidumbre, para
transformarse y provocar cambios en función de atender las necesidades
sociales, innovando nuevas estrategias para generar el conocimiento como
uno de los recursos más importantes de desarrollo basados en dimensiones
de moralidad y espiritualidad. Solo de esta manera se garantiza que los
estudiantes comprendan, conciencien y asuman los emergentes cambios que
se dan en su estructura a nivel social, económico, político y cultural, así como
las diversas formas de abordarlos con una actitud crítica y responsable.
En referencia a lo planteado Sullivan (2008) expresa:
“el profesor es uno de los componentes esenciales del proceso
educativo y en quien descansa la máxima responsabilidad de
desarrollo integral de los estudiantes… es el recurso humano
más importante, quien hace posible la misión de las
universidades, no se puede aspirar a formar profesionales
capaces, si los docentes no son conscientes de su
responsabilidad y están aptos para ello.” (pág. 162).
Lo comentado, por el autor permite dilucidar que el docente universitario
en los actuales momentos, debe ser una guía para el estudiante en el proceso
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Artículo Arbitrado
trabajo en equipo, capacidad de resolución de problemas,
creatividad…” (pág. 52).