valores y antivalores, es decir, los que chocan con nuestra vida habitual, como
la rutina o la conveniencia inadecuada.
Desde este punto de vista, la educación como valor y centro del
conocimiento para discernir la valoración de cada cosa, no puede subordinar
su labor a tareas simplemente técnicas o mecánicas. Le corresponde un
campo más ambicioso, hasta más polémico, donde se puedan confrontar las
verdades de cada uno y luego respetar las de todos, sin manipulación posible,
sino dentro de lo que supone valorar la libertad.
Cabe destacar que el mundo de los valores abre un campo de infinitas
posibilidades a la educación. Lo bueno es inacabable y ése es el espacio que
el corresponde a la educación, su destino final. En su quehacer tiene el
estimular, configurar, ser modelo que imitar y aquí encuadra la idea de Bolívar
sobre el educador, cuando expresaba: “el docente debe ser no un sabio, pero
si un hombre distinguido por su educación, por la pureza de sus costumbres,
por su naturalidad, por ser accesible, jovial, franco, en fin, en quien se
encuentre mucho que imitar y poco que reprochar”, y que de acuerdo con el
criterio de la psicología, servirá para el modelaje permanente y ese modelo se
enmarcara en los alumnos que ávidos de buenas imágenes, lograran su
equilibrio armónico y vislumbrarán un horizonte donde los valores les lleven a
obtener el fin que la ley pretende obtener; hombres sanos, cultos y preparados
para convivir en democracia.
Igualmente en esta época de postmodernidad, el conocimiento en el
marco de los valores éticos es de gran importancia, puesto que permite dar a
conocer las diferentes acciones que deben realizarse para alcanzar un
sociedad justa y responsable, donde cada uno de sus integrantes asuman
compromisos y responsabilidades como respuesta a la crisis moral que
caracteriza el momento actual en el que se desenvuelve el ser humano y lo
370
Arbitrado
algunos hechos tienen consistencia axiológica y otros no. Distinguir entre