Su arquitectura sin retoques que oculten el paso
del tiempo, denotan una ciudad con vida e historia.
La comida portuguesa se puede saborear en sus
restaurantes auténticos, simples y acogedores,
acompañado de una energía única que ayuda a
la aparición de la despreocupación de los que
alojamos la ciudad.
Las tablas de surf son parte del paisaje. El día
crece al igual que la marea y por la noche, la música
de Bob se cuela en la piel al mismo tiempo que la
cerveza apacigua el calor ambiental invitando a
la alegría, a la amistad y a la felicidad total en la
ciudad del relajo y la empatía.
Por: Salomón.
PORTUGAL
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