Revista Rocamadour Revista completa | Page 8

8 Capítulo III Si Lucía sabe sobre el pensamiento que me acecha no me entiende, porque de momento me pide que la acompañe a una reunión con sus ex compañeros del secundario, o que le aconseje sobre la discusión que ha tenido con su hermana mayor. Lo cierto es que si el mundo me resulta un gran hueco existencial, ella a veces lo hace más profundo al traer esas banalidades a mi refugio. Recuerdo la noche en que cenamos en casa de su amiga. Ahora no podría asegurar si esa mujer tenía una familia o súbditos, porque al ingresar a la casa de aspecto arábigo, un niño de tan solo diez años nos recibió con la recitación de un fragmento del Corán. Al finalizar, miró a su madre, que respondió con un seco movimiento, y se dirigió a su asiento. En la mesa ya estaba su marido y su hija. No sé cuál sería su intención, pero a mí no me impresionó, es más, me disgustó que se exponga de esa manera a un pobre niño. A partir de ese momento comprendí que comenzaba para mí una tortura. De tantas profesiones que había estudiado, solo recuerdo una: danza árabe. La recuerdo porque cuando lo dijo no pude evitar imaginar ese cuerpo carente de forma moviéndose con cierta sensualidad; una mezcla de repugnancia y risa me invadió, aunque pude controlarlo. Mientras cortaba delicadamente un cacho de milanesa, pensé: “el mundo está lleno de esta gente, eso es un hecho, pero qué macabra intención tendrá el destino de situarme a mí en sus mesas, comer con ellos, escucharlos”. A las once de la noche la situación se había tornado imposible. Un silencio verdaderamente incómodo se instaló en cada hueco de la cocina y era mejor así. El marido reaccionó a la mirada punzante de Karina y dijo: “Macri está combatiendo el fraude Kisrchnerista, ¿no les parece?”. Sentí un poco de respeto por el hombre, para hacer semejante declaración en frente de otras personas se debía estar muy seguro. Desde luego que su seguridad estaba meticulosamente planeada por los medios masivos de La tontería de pensar que se ha ganado comunicación, pero en fin, el hombre estaba convencido. Su mujer asintió y dijo: “Los K ya no saben dónde esconderse”, y sonrió. En ese momento las tres miradas me acecharon. Tuve que contestar: “Es un tema muy complicado”. Sonreí al pensar que la anfitriona sacaría sus propias conclusiones, y en mi currículum, realizado mentalmente por ella, estaría escrito militante K. Lucía tenía eso, podía ser realmente profunda por momentos y entender que el amor es una cosa de dos. Pero la ruptura ocurría tarde o temprano cuando me pedía que la acompañe a cenar a las casas de las Karinas del mundo. Toda pareja tiene un punto débil, el nuestro - más bien el mío- era la participación de otras personas. Todo eso ocurrió en el pasado, cuando se podría decir que era un poco blando y me permitía doblegar y escuchar las declaraciones directas de un pueblo bobo. Ahora escapo, me dejo envolver por los largos silencios, donde el pensamiento es blanco y limpio y no hay inflación ni Jelinek, no hay Papa ni Legrand. Ahora vuelvo a la calle y los recuerdos se limitan al ayer. Una chica que no era Lucía decía cosas y reíamos y me besaba en el cuello, pero ella no era Lucía. Fue real solo ayer, hoy es ficción. Me gustaba pasar el tiempo con ella porque valía por lo que no era; representaba, y lo sabía, lo nuevo y fresco. Ahora camino por la calle y ella es ficción. Al ingresar a mi casa, se escucha que alguien prepara el mate. -Lucía llamó -¿Qué quería? -Estaba preocupada porque ayer te llamó varias veces y no contestaste. -Está bien. -¿Está todo bien entre ustedes? -Está como se puede estar con vos, con ella o con cualquiera. -Pero ella no es cualquiera; se supone que es tu novia. -¿Y por eso debo actuar de una manera específica?- Mis ojos ya transmitían cierta impaciencia- Te aseguro que si hay un instructivo