Revista Rocamadour Revista completa | Page 33

Alejandra Llanos Buenos Aires, 16 de mayo 1986. Es una noche fría y húmeda en la ciudad. Camina por un callejón oscuro. Sus pasos retumban al pisar los charcos mugrientos. La desesperación lo invade y sabe que no puede detenerse. Alguien va a morir. Se trata de una mujer, porque la ha escuchado llorar en la oscuridad. Puede sentirla, ella tiene miedo, tanto como una presa acechada por un depredador, que corre hacia lo desconocido solo para borrar sus huellas. Saca un volante de su bolsillo. El mismo muestra el rostro de una joven. Dice que su nombre es Magdalena Ruiz y está desaparecida hace tres días. Siente que su pecho se oprime con fuerza. Todo se vuelve más oscuro. Es así como sabe que ella está cerca. Se dirige hacia una cabina telefónica y avisa a la policía que la mujer que buscan podría estar en un edificio abandonado. Les ruega que se apuren. Las sirenas empiezan a escucharse a lo lejos. Magdalena, que se encuentra oculta bajo una escalera del segundo piso, corre hacia la ventana, desesperada. Él todavía no la ha encontrado, sintió que estaba a salvo de alguna manera. Descendió rápidamente a la planta baja donde ya se ven las luces del patrullero, filtrándose por las aberturas. Unos ojos la observan desde la penumbra, junto a la puerta, cuando ella aparece corriendo con una sonrisa de alivio surcándole el rostro. Solo una fracción de segundos la separan de su libertad. Ni siquiera siente su presencia cuando se para detrás suyo. Con un rápido movimiento inca los dientes en su garganta, dejándola inerte en un abrir y cerrar de ojos. Todo se había terminado sin que pudiera siquiera darse cuenta. 33 “Ni siquiera siente su presencia cuando se para detrás suyo. Con un rápido movimiento inca los dientes en su garganta, dejándola inerte en un abrir y cerrar de ojos.” Cuando la policía la encuentra ella aún está tibia, como todas las demás víctimas. Siempre es la misma historia. Él los llama y aguarda que estén a punto de atraparlo para atacar frente a sus narices. La furia e impotencia que provocaba ese sádico que no hacía más que burlarse de ellos, los volvía locos. Lo peor es que nunca dejaba rastro. No es más que una sombra que se oculta a plena vista, otra de las criaturas de la noche, que deambulan sin ley por las venas de nuestra ciudad. R ************************************* Alejandra Llanos (Flores, 1988). Es bibliotecaria, escritora y artista plástica. Actualmente reside en Marcos Paz con su pareja y su hija. Participó en las dos primeras antologías del taller literario “Algo que decir…” de la Biblioteca Popular Gral. San Martín. *************************************