Revista Replay Nº15 · Marzo 2019 | Page 15

*REPLAY* INVESTIGA --------- ▶ ENTREVISTA FINALMENTE, ANA MARÍA ▶ Por sergio andrés rondán & ezequiel vila Su nombre y su teléfono se proyectaron bajo las marquesinas de todos los arcades del país. Se llama Ana María y, pese a que todos conocían su nombre, nadie sabía nada de ella. Hasta ahora. L a historia nacional del videojuego está plagada de personajes descono- cidos pero sumamente influyentes. Durante estos años hemos descubier- to a varios de los protagonistas de la odisea del jueguito argentino, pero existía una figurita difícil de conseguir: Ana María Ma- lagamba, prácticamente la única responsable de ilustrar y producir las marquesinas de los arcades armados en el país. A medida que perdíamos las esperanzas de hallarla, co- menzábamos a creer que estábamos ante un mito. Y mucho no nos equivocamos, porque Ana María es, para la industria del jueguito, una leyenda que trasciende los tiempos. Tras dos años de infructuosos intentos, logramos dar con ella y nos dimos cita en el barrio de Boedo para tener una de las entrevistas más memorables que hayamos hecho. Bueno, al fin te tenemos delante. Contanos un poco cómo arrancaste en la industria del videojuego. Mi inicio en la industria fue casi azaroso, pero mi labor terminó siendo tan prolífica que la podríamos dividir en tres etapas. La primera comenzó cuando tenía 20 años y estaba estudiando Arquitectura. Era el año 79, plena dictadura militar. Una época muy dura, porque aparecían cadáveres de compañeros ahí nomás de los pabellones de Ciudad Universitaria, donde estudiaba. Pero bueno, la cuestión es que me quedé sin trabajo y salí a buscar de lo que fuera: la carrera de Arquitectura es muy costosa y era imposible hacerla sin trabajar. Compraba el diario todos los días para buscar trabajo: para empleada de supermercados, recepcio- nista, lo que fuera. Entonces, vi un aviso que decía: “Se necesita señorita para que dibuje y pinte”. A mí me gustaba dibujar, pintar no tanto, pero, bueno, necesitaba el trabajo, así que me mandé. Llegué a una especie de taller, manejado por un tal Argañaraz. Ahí había un mesón grande con un montón de chicas dibujando, que estaban siendo evaluadas. Me senté y le dije: “Yo dibujo, nada más”. A lo que este hombre, Argañaraz, me contestó: “Acá tenés que dibujar y pintar”. Me dio un vidrio de flipper, la parte superior vertical, de 60 x 60, para que copiara un diseño ahí. Yo jamás había visto un flipper ni tenía idea de lo que estaba pintando. Pero agarré los pinceles y pinté sobre el vidrio, sin pensar demasiado. Y cuando terminé, me fui. Al mediodía siguiente, sonó el teléfono en casa, atendió mi vieja y me dijo: “Ani, es para vos”. Era Argañaraz que me pedía por favor duda, son de las cosas más bellas que hice. Pero la cosa se complicó con él cuando, lue- go de unos dos meses, no me pagó. No solo a mí, sino a varios más. Nunca me pagó por esos trabajos y además desapareció por un tiempo, pero lo que rescato es que me dejó una profesión que me costeó toda la carrera y me dio de comer durante muchos años, pues yo viví de los videojuegos durante al menos 15 años. Evidentemente, ese traspié no significó nada para frenar tu carrera. ¡En absoluto! De hecho, fue lo que me catapultó como referente de la industria del videojuego. Mientras seguía angustiada “Puse un producto que no existía en el momento justo, porque no había autoadhesivos para videojuegos, los inventé yo”. si podía comenzar ese mismo día a trabajar. Estaban en plena temporada y necesitaban gente. Ahí fue que entré de lleno en el mundo de los videojuegos. ¡Vidrios de flipper! Esos seguro que no llevaban el Ana María. Entonces, ¿Argaña- raz era un distribuidor de máquinas? No, claro, esos vidrios no llevaban mi nombre. Argañaraz, como muchos en esa época, era un empresario que armaba salones de arca- des. Aunque era el año 79, todavía no había explotado el videojuego, así que a lo que me dedicaba yo era, básicamente, a pintar vidrios de flipper. Cuando algún vidrio se rompía o se gastaba con el tiempo, Argañaraz lo traía al taller que tenía en Buenos Aires y ahí se re- pintaba o se hacía de cero, por lo que a mí me pagaban por cada vidrio pintado. En esta pri- mera etapa pinté muchos vidrios, y la verdad es que me costaba mucho desprenderme de ellos, porque quedaban hermosos, sin lugar a por no haber cobrado la plata, me con- tactó otra persona, en primer lugar, para preguntarme si sabía algo de Argañaraz, y en segundo lugar, para consultarme si podía hacerle el vidrio de un flipper. Ahí arrancó propiamente mi carrera, porque empecé a trabajar por mi cuenta y a manejar grandes volúmenes de pedidos de vidrios de flippers, primero, y marquesinas y muebles luego. De los vidrios de flippers hice un montón, una barbaridad…, y de ahí la gente me empe- zó a conocer. El gremio del videojuego es relativamente chico... ¡y son todos varones! Enseguida se corrió la voz de que no estaba Argañaraz, pero había una chica que traba- jaba antes con él y pintaba perfecto. Después Argañaraz volvió y me odió porque todos ya directamente iban a buscarme a mí. Bueno, ¡con qué cara se podía enojar con vos! Lo que más se “conoce” de tu trabajo son las marquesinas. ¿Cómo llegaste a eso? revistareplay.com.ar ▪ 15