Revista Raza Polo Argentino Polo Argentino #20 | Page 40
Carlos Gracida
Ser Leyenda
Harto del destino de narraciones aburridas y creencias repetidas cometió el acto egoísta de mutar la historia de éste hombre en leyenda.
Cansada de personajes y ciclos trillados seleccionó con crueldad la
vida de aquel humilde ser humano para concebir el nacimiento del
héroe, bajo el empático arquetipo de superhombre de familia con
traje de polista y taqueo celestial. Un tipo humano característico en
extinción con bondad innata y estirpe de campeón.
Así comenzó su eterna leyenda, irónica crítica a las cosas importantes de la vida y sus prioridades. Para ser transmitida de boca en
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boca, de generación en generación. La leyenda de Carlos Gracida,
el paladín cortés del polo. El caballero que mamó el polo desde la
cuna y lo eligió como estilo (y medio) de vida, como profesión desarrollada con placer y suma responsabilidad. Ese que perdió la cuantiosa cuenta de los trofeos que ganó. Que se cansó de sumar títulos
y subió a contar estrellas. Que supo ser torazo en rodeo ajeno y que
extendió su taco para unir México con Argentina e Inglaterra con
Estados Unidos. El mejor polista extranjero que bautizó La Catedral.
Con La Toca, Santa Ana, La Espadaña Ellerstina y La Dolfina. Con
su certera precisión, su jineteo letal y con el amor unánime de todos
los fanáticos del polo de alta escuela en el mundo entero.
Respetado por sabio. Maestro por capacidad. Se dio el lujo de ser
el jugador preferido de la reina Isabel III y de iniciar en el deporte de sus amores a las figuras más excéntricas. Los hijos del príncipe Carlos (William y Harry), el príncipe Talal de Jordania, el rey
Constantino de Grecia, la familia real de India, el multimillonario
australiano Kerry Parker y las estrellas hollywoodenses Sylvester
Stallone y Tommy Lee Jones encabezan la nómina de sus pupilos
predilectos. Tenía 53 septiembres, un físico privilegiado (que le permitía seguir disfrutando del polo) y la imperecedera voluntad de re-
cotidianos de los seres que más lo extrañen. En su hermano, Memo,
partirlo por todos los rincones del planeta.
y en sus hijos. En los inagotables calificativos para un ser angelado,
un fuera de serie del deporte, pero también en esta leyenda, que hoy
Resulta ilógico creer que ya no habrá golf, sky alpino, ni utópicos
es un hecho. Real como el abanico de triunfos sobrehumanos que
campos chinos en el camino trunco del miembro de la tercera gene-
conquistó o los autógrafos que firmó. Tan apasionante y humana que
ración de la dinastía Gracida. Aunque todavía el dolor de la pública
nada tendrá que envidiarle a los ciclos de leyendas en torno al Rey
tragedia en Florida sea demasiado tangible y los fuegos de la vehe-
Arturo, Robin Hood o el Cid Campeador. Con destinos más exóticos
mencia no se hayan sofocado aún cuando los quejidos de la intem-
que la isla de Atlántida o la ciudad de El Dorado. Con un solo epi-
perancia (roncos) en aquel partido de espanto no hayan perdido el
sodio sin cliché para el mejor (y a la vez peor) final de esta historia
volumen de una tristeza interminable como el hambre en países po-
(ahora legendaria) que el maldito destino eligió contar. La historia del
bres, la vida y ob