Revista Posada Almayer 5 Almayer 5 | Page 30

Almayer 5 A manera de un adiós/ Jesús Baldovinos Romero Decir adiós no es fácil, ni en vida y menos en muerte. Hay que navegar con el vacío, con la ausencia. Y justamente cuando cerraba la limpieza de esta edición, por la marcha de la Mtra. Obdulia, me llega la siempre terrible noticia de que un amigo había muerto. Ahora era el Mtro. Escárcega quien hacía camino también, en Comitán. Con la Mtra. Obdulia tuve muy poco tiempo de conocerla en persona. La conocí a través de su activismo ambiental de rogaz. Sabía de ella. Me la imaginaba diferente. El día que coincidimos tampoco resultó ser una sorpresa porque era justo el carácter que se podía adivinar a través de su discurso. Me quedo con esas crónicas que compartió en el Diplomado, que eran su Memoria pero al mismo tiempo era la Memoria que yo tenía de mi bisuabuela y mi madre cuando vivieron en esta tierra, era la Memoria de muchos que en la lejanía escuchábamos de esos levantamientos que más con coraje y por dignidad se enfrentaban a las fuerzas públicas, que lejos de ayudar al jodido, terminaban por aplastarles las esperanzas y la vida. Me quedo con un esqueje de Capa Roja que ahora adorna mi jardín, y los colibríes que alimentaba con agua azucarada en el suyo. Con esas historias de haberse encontrado un borracho en la playa en lugar de un sireno, con las historia de un escritor extranjero escondido en estos lares y que pocos saben del caso. Me quedo con ese vigor para combatir intereses perrunos, esa fortaleza para asistir a un Diplomado pese a sus malestares, para escribir y para compartir con calidez un café y una charla. De Fer, como le decíamos con afecto a Escárcega Vélez, hay mucho que agradecer y decir también. Fue uno de mis primeros contactos con la cultura porteña luego de que anduviera en el trote fuera de Lázaro. Sus charlas y su humor, sus críticas y sus recomendaciones, sus libros y sus actividades. Estoy cierto de que a algunos los homenajes les parecen inútiles, y razón hay en parte, sobre todo si vienen de las instituciones que siempre les dieron la espalda, que nunca les reconoció su trabajo, o de aquellos que se cuelgan de su fama por puro snobismo; pero, pienso que hay otro lado del homenaje que hay que rescatar, la Memoria. Recordar y valorar a quienes han librado luchas épicas contra viento y marea, contra políticos y políticas, contra la ignorancia y la creencia, contra la conveniencia y la cerrazón. Valor a ellos y valor a las cosas que nos mostraron y que de no ser por ellos no hubiéramos visto seguramente, o al menos, no con esa facilidad. Mantener una Memoria fresca de que otros mundos son posibles, que las utopías empiezan con una lucha que nos ponen en un aquí y ahora y que ese darnos cuenta es la mejor herencia que nos brindan. La Muerte no da tregua. Sabidos estamos. Así que lo que nos heredan es lo que podemos transmitir. “¡Así es la vida!” es la frase con la que El pato y la muerte cierra la historia. También dice que arriba de los árboles da por pensar cosas raras, y dentro del agua, a uno termina por darle frío, tanto que la muerte termina por abrazarte para que no mueras. Escribía hace poco “Caminar bajo la lluvia es como estar en un árbol debajo del agua”, hoy afirmo que también cuando alguien se marcha tenemos esa sensación. Y quede pues, este homenaje, esta Memoria, este escrito, a manera de un adiós. 26