Diario de la
eternidad
FRAGMENTO
No digo que este mundo es puro y que
la felicidad es nuestro destino: para mí
no existe la felicidad.
Sólo hay instantes de plenitud,
afinidades entre el objeto y el deseo.
Pero estos estados de plenitud son
estados de duración, y no
sentimientos eternos.
Hoy, menos que nunca, la idea de
“felicidad” es ingrata, y no la podemos
realizar. En periodos más ingenuos de
la historia ella era una empresa de la
voluntad y del porvenir.
Hoy, bástenos el goce, que es la
duración transitoria entre la llama de
un fósforo y el temor de que se
apague.
Se sufre, es verdad, por el hecho de
existir y de estar en el mundo. Pero
entre el sufrimiento y la Nada yo elegí
el sufrimiento. Y acepté la muerte
como destino natural, porque era inútil
rebelarme contra la naturaleza.
Quizás me hubiera gustado ser
inmortal, pero no me era dado
elegir. Ante lo irremediable, mi
voluntad se inclinó a favor de la
condición humana contra la
nostalgia del ángel.
Me consolé pensando que la
inmortalidad no era lo mismo que la
vida, y que seguramente le restaría
excitación a este mundo en el que
estaba fascinada.
Pienso que la humildad no consiste
en despreciarse, sino en reconocer
los límites. Y mi límite era mi
corazón exaltado que un día dejaría
de latir.
Gonzalo Arango
1931-1976
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