Revista Perniciosa 2 | Page 21

Las manos de papá ocultan pétalos de nieve. Las piernas de mamá desaparecen en un pasillo estrecho que no conduce a ningún sitio. Estallan en medio de la noche las campanas del templo, y un Cristo en miniatura sangra. Aún no puedo besar sus pies desnudos porque el padre Alan piensa que no he recorrido el camino de la purificación. Creo que se equivoca: ya he sentido la vergüenza en el cuerpo desnudo, me he autoflagelado frente al espejo y no he sangrado a diferencia de las demás niñas. El padre Alan me dijo que cuando manara sangre de mi cuerpo él debería ser el primero en saberlo y aunque parezca asqueroso, está dispuesto a beberla para expiar la infinidad de pecados que he cometido cuando aún no tenía memoria. No será tan terrible, después de todo, porque una vez que esté limpia haremos una fiestita en la parroquia. Me prometió que vendrán todas las chicas. Estaremos a solas con él, lejos de las miradas impuras de nuestros padres. Habrá galletitas, globos, gelatina, garrapiñadas y un gigantesco gato de goma gris, cas i idéntico al que veo en sueños. La nieve cae adentro y afuera. Papá aprieta con fuerza sus puños, como si quisiera que los copos de nieve se le metieran en la piel.