En el gato el comportamiento agresivo es más complicado de entender por su forma de ser tampoco predecible, pero hay muchas causas que pueden desencadenar este comportamiento. Por ejemplo, al jugar con él, el juego se puede tornar algo brusco y el gato puede comenzar a asumir posturas defensivas y de agresión. También cuando lo estamos acariciando, el gato puede empezar a sentirse incómodo y, sin saberlo, puede mordernos o rasguñarnos, todo esto sin causa aparente. En los perros este tipo de comportamientos agresivos son disparados principalmente por problemas territoriales y de espacio. El comportamiento de agresión por territorio puede considerarse “normal” si este ocurre en presencia de otro perro o gato, puesto que es normal que entre ellos se haga respetar el territorio, pero es potencialmente peligroso para las personas. Los gatos