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Esta tercera afrenta encolerizó tanto a Odín que desenvainó su vara mágica de runas de
su pecho, la apuntó hacia Rinda y profirió un hechizo tan terrible que ella cayó rígida y
aparentemente sin vida en los brazos de sus sirvientes.
Cuando la princesa recobró el conocimiento, su pretendiente había desaparecido, pero el
rey descubrió consternado que ella había perdido por completo el juicio y que había
enloquecido de melancolía. En vano se congregó a todos los médicos y se intentaron
todos los remedios. La doncella permaneció pasiva y triste, y su aturdido padre había
abandonado toda esperanza cuando una anciana, que dijo llamarse Vecha o Vak, se
presentó y se ofreció a llevar a cabo la curación de la princesa. La aparente anciana, que
en realidad era Odín disfrazado, prescribió primero un baño de pies para la paciente.
Pero ya que esto no pareció surtir ningún efecto, propuso intentar un tratamiento más
drástico. Para ello, declaró Vecha, la paciente debería ser confiada a su cuidado
exclusivo, atada a conciencia para que no pudiese ofrecer la más mínima resistencia.
Billing, preocupado por ayudar a su hija, se sintió dispuesto a consentir lo que fuese y,
habiendo obtenido así el dominio completo sobre Rinda, Odín la convenció para que se
casara con él, liberándola de sus ataduras y del hechizo sólo cuando ella hubo prometido
fielmente ser su esposa.
El Nacimiento de Vali.
La profecía de Rossthiof se había cumplido, pues Rinda tuvo un hijo llamado Vali (Ali,
Bous o Beav), una personificación de los días que se prolongaban, que creció con una
velocidad tan maravillosa que alcanzó su estatura máxima en el transcurso de un solo
día. Sin siquiera esperar a lavarse la cara o a peinarse el pelo, este joven dios corrió a
Asgard, arco y flechas en mano, para vengar la muerte de Balder, matando a su asesino,
Hodur, el dios ciego de la oscuridad.
En esta leyenda, Rinda, una personificación de la corteza congelada de la Tierra, se
resiste al cálido cortejo del Sol, Odín, que en vano señala que la primavera es tiempo
para proezas de guerra y ofrece ornamentos del verano dorado. Ella sólo cede cuando,
tras un chubasco (el baño de pies), se descongela. Conquistada entonces por el
irresistible poder del Sol, la Tierra cede a su abrazo, es liberada de su hechizo (hielo)
que la hizo dura y fría y trae al mundo a Vali, el sustentador, o Bous el campesino, que
emerge de su oscura cabaña cuando llegan los días cálidos. La muete de Hodur por Vali
es por tanto emblemática del estallido de la nueva luz tras la oscuridad invernal.
Vali, que era una de las doce deidades que ocupaban los asientos en la gran sala de
Gladsheim, compartía con su padre la residencia llamada Valaskialf y estaba destinado,
incluso antes de su nacimiento, a sobrevivir a la última batalla y al ocaso de los dioses,
y a reinar junto a Vidar sobre la Tierra regenerada.
El Culto a Vali.
Vali era el dios de la luz eterna, al igual que Vidar lo era de la materia imperecedera y
como los rayos de luz eran a menudo llamados flechas, siempre se le representó y
veneró como un arquero. Por esta razón, su mes en el calendario noruego se designa con
la señal del arco y se le denomina Liosberi, el portador de luz. Ya que se sitúa entre
mediados de enero y de febrero, los primeros cristianos le dedicaron este mes a San
Valentín, que también era un diestro arquero y se decía que, al igual que Vali, era el