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desolado de las cosas y moldear un mundo habitable. Tras la debida consideración, los hijos de Börr arrojaron el enorme cadáver de Ymir al Ginnungagap, poniéndolo en medio, y comenzaron a crear el mundo a partir de las diversas partes que lo componían. La Creación de la Tierra. De su carne moldearon Midgard (el jardín medio), el nombre que se le dio a la Tierra. Éste se situó en el centro exacto del vasto espacio, y fue cubierto con las cejas de Ymir como baluartes o murallas. La porción sólida de Midgard fue rodeada con la sangre o el sudor del gigante, que pasaron a formar el océano, el agua y los mares, mientras que sus huesos pasaron a constituir las montañas, sus dientes los precipicios y sus cabellos rizados los árboles y la vegetación. Bien satisfechos con sus primeros esfuerzos en la creación, los dioses tomaron entonces la abultada calavera del gigante y la equilibraron diestramente para formar los cielos abovedados sobre tierra y mar. Después esparcieron sus sesos a través de sus vastas extensiones para crear de ellos las nubes. Dice Alto (Odín) citando estrofas del poema de preguntas y respuestas Grímnismál: De la carne de Ymir se hizo el mundo, y de su sangre, el mar. De sus huesos, peñascos; de sus cabellos, árboles; y de su cráneo, la bóveda celeste. Y de sus cejas, los dioses geniales hicieron Midgard para la humanidad. Y de sus sesos se crearon todas esas crueles nubes de tormenta. Para sostener la bóveda celestial, los dioses colocaron a los poderosos enanos Nordri, Sudri, Austri y Westri en sus cuatro esquinas, ordenándoles que lo sostuvieran sobre sus hombros. De ellos recibieron los cuatro puntos cardinales sus nombres actuales de Norte, Sur, Este y Oeste. Para iluminar el mundo creado, los dioses sembraron la bóveda celestial con chispas procedentes de Muspellsheim, puntos de luz que brillaban constantemente a través de la oscuridad como estrellas relucientes. Las más luminosas de estas chispas, sin embargo, se reservaron para la forja del Sol y de la Luna, los cuales fueron colocados en bellos carros de oro. Cuando todos los preparativos concluyeron, y los corceles Arvakr (el despertador temprano) y Alsvin (el marchador veloz) fueron enganchados al carro del Sol, los dioses, temiendo que los animales pudieran perjudicarse por su proximidad a la ardiente esfera, colocaron bajo sus crucetas grandes pieles rellenas de aire o alguna sustancia refrigerante. También forjaron el escudo Svalin (el refrigerante) y lo situaron delante del carro para protegerles de los rayos directos del Sol, los cuales, de otra manera, podrían haberles carbonizado a ellos y a la Tierra. De forma similar, el carro de la luna fue provisto con un ágil corcel llamado Alsvider (el más veloz); sin embargo, no se precisó de ningún escudo que le protegiera de los ligeros rayos de la Luna. Mani y Sol.