REVISTA NUMERO 5 CANDÁS EN LA MEMORIA -Diciembre REVISTA NUMERO 5 CANDÁS EN LA MEMORIA | Page 26
EL OLVIDO
copando la cabeza. Al extravío en
las calles le siguió la desorientac-
ión en la casa. Luego la desubi-
cación afectiva. Tenía momentos,
cada vez más continuados, en los
que dejaba de reconocer no ya a
sus amigos o allegados, sino a su
mujer y a sus hijos. Al final, según
supo, le habían diagnosticado la
enfermedad.
Recuerda los tiempos en que co-
incidían en los paseos.
Vaga la razón entre la parte de mar y cielo que
abarca su mirada. Fija ésta en el horizonte don-
de un buque navega rumbo noroeste. Cercana a
su estela se recorta la silueta de una lancha que
regresa a puerto. Sobrevolándola, un grupo de
gaviotas anuncia pesca mientras él mira la esce-
na sin realmente apreciarla, dejándose ir.
Le gustaba hablar. Allí mismo conversaron
muchas veces de épocas pasadas, de los años de
juventud y las expectativas de entonces, de vera-
nos y chapuzones en La Rambla y El Barcón. Él
siempre terminaba sacando a colación el diseño
actual del muelle. Era muy crítico al respecto.
Decía que había perdido aquel encanto antiguo
que tenía. Que no deberían haber derribado
Camina por el muelle a la caída de la tarde. Le
La Almena, ni El Castillete en La Pregona. Que
gusta pasear a esas horas, sobre todo estos prim- tenían que haber conservado el casco de aquel-
eros días de enero superada ya la vorágine de las la gabarra que sirvió de escollera, o al menos
navidades. Disfruta con el silencio vespertino
su popa con la inscripción de “London”. Eran,
que dispensa el entorno y también con el chap- según él, iconos de la historia del pueblo al igual
aleo del agua armonizándolo en los pantalanes. que los son La Farola y La Peña Furada. Le ex-
Lo observa. Cercano a la pica. Apoyado sobre
acerbaba sobremanera el exceso de impedimen-
el murete del espaldón. Le parece, al momento
tos que dificultaban el acceso al mar. No es una
de reconocerlo, que está solo, pero no. A una
propiedad privada para acotarla, decía.
distancia adecuada para que no se sienta vigi-
lado una silueta femenina está a la expectativa,
cediéndole la autonomía suficiente para que
pueda soñar, y rogando para que pueda, a su
vez, recordar de nuevo aquel tiempo vivido que
poco a poco ha ido olvidando.
Pasa a su lado y lo saluda. Vuelve él la cabeza,
pero no le corresponde. Muestra una mirada
lánguida que refleja ausencia y resignación. Se
detiene un poco más adelante y vuelve a ob-
servarlo de nuevo. Le habían comentado que
primero fueron pequeños despistes. Que los lap-
sus en el tiempo pasaron a mayores y le fueron
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