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Informe
Conceptos claros. Si bien en el Perú se ha asociado al
parricidio con asesinato del padre o de la madre por parte de un
hijo, ese delito también puede ocurrir de manera inversa y abarcar
a hermanos, cónyuges y familiares hasta el cuarto grado. En la
antigüedad, asesinar a los hijos no era un crimen porque eran
‘propiedad natural’ del jefe de familia.
Cifras al vuelo. Según investigaciones norteamericanas,
el parricidio abarca menos del 4% de los homicidios resueltos en
el mundo. En Estados Unidos llega al 2% y en Canadá al 3,7%
por año, mientras que en Francia no supera el 3% en el mismo
lapso, cifra pequeña en comparación con el 4,9% de Chile. ¿Y en
el Perú? Poco se sabe.
Haciendo foco en la generación de los noventa
UL/R aquel Baldarrago
Ciencia cero. Las cifras sobre parricidio
en el Perú son imprecisas. En el 2010,
el ministro del Interior Octavio Salazar
refirió que los “crímenes por convivencia
humana” habían aumentado en un 60% en
los últimos meses, citando documentos de
la DIRINCRI. “El problema del entorno, en
donde la víctima y el victimario se conocen,
revela que hay enormes problemas dentro
de las familias. No podemos ser hipócritas
al desconocer y decir que no sabemos
nada”, aseveró.
Amor ciego. Los abogados de
Marco Arenas sostienen que su
patrocinado fue manipulado,
desinformado y utilizado por su
enamorada Fernanda Lora, quien
deseaba apoderarse de los negocios
y de las joyas de María Rosa, la
madre asesinada. De ser cierto lo
anterior, se habría producido lo
que en términos psicológicos se
denomina obnubilación: cuando
una persona opera sin razonar y
sin medir las consecuencias de
sus actos, bajo la influencia de un
tercero. A la izquierda, Arenas es
presentado en la DIRINCRI.
Hijas marcadas. En el 2005, Giuliana Llamoja (izquierda) asesinó a su madre María del Carmen en el interior de su casa, como consecuencia de una discusión por
un espejo fuera de su sitio. Fue condenada a 20 años de cárcel, pero la Corte Suprema redujo la pena a 12, saliendo en libertad apenas cumplió los cuatro. Al lado, Elita
Espino, quien no tuvo reparos en asistir al sepelio de su madre con ropa de luto y con lentes oscuros, fingiendo dolor. El Poder Judicial la condenó a 30 años de prisión.
Los parricidios aparecen más que nunca en el país. Y casi siempre son