Revista Nexos Julio 2014 | Page 4

04 Informe Conceptos claros. Si bien en el Perú se ha asociado al parricidio con asesinato del padre o de la madre por parte de un hijo, ese delito también puede ocurrir de manera inversa y abarcar a hermanos, cónyuges y familiares hasta el cuarto grado. En la antigüedad, asesinar a los hijos no era un crimen porque eran ‘propiedad natural’ del jefe de familia. Cifras al vuelo. Según investigaciones norteamericanas, el parricidio abarca menos del 4% de los homicidios resueltos en el mundo. En Estados Unidos llega al 2% y en Canadá al 3,7% por año, mientras que en Francia no supera el 3% en el mismo lapso, cifra pequeña en comparación con el 4,9% de Chile. ¿Y en el Perú? Poco se sabe. Haciendo foco en la generación de los noventa UL/R aquel Baldarrago Ciencia cero. Las cifras sobre parricidio en el Perú son imprecisas. En el 2010, el ministro del Interior Octavio Salazar refirió que los “crímenes por convivencia humana” habían aumentado en un 60% en los últimos meses, citando documentos de la DIRINCRI. “El problema del entorno, en donde la víctima y el victimario se conocen, revela que hay enormes problemas dentro de las familias. No podemos ser hipócritas al desconocer y decir que no sabemos nada”, aseveró. Amor ciego. Los abogados de Marco Arenas sostienen que su patrocinado fue manipulado, desinformado y utilizado por su enamorada Fernanda Lora, quien deseaba apoderarse de los negocios y de las joyas de María Rosa, la madre asesinada. De ser cierto lo anterior, se habría producido lo que en términos psicológicos se denomina obnubilación: cuando una persona opera sin razonar y sin medir las consecuencias de sus actos, bajo la influencia de un tercero. A la izquierda, Arenas es presentado en la DIRINCRI. Hijas marcadas. En el 2005, Giuliana Llamoja (izquierda) asesinó a su madre María del Carmen en el interior de su casa, como consecuencia de una discusión por un espejo fuera de su sitio. Fue condenada a 20 años de cárcel, pero la Corte Suprema redujo la pena a 12, saliendo en libertad apenas cumplió los cuatro. Al lado, Elita Espino, quien no tuvo reparos en asistir al sepelio de su madre con ropa de luto y con lentes oscuros, fingiendo dolor. El Poder Judicial la condenó a 30 años de prisión. Los parricidios aparecen más que nunca en el país. Y casi siempre son