El pobre que en la ciudad esquivamos por el apuro o por los prejuicios, allá se hace visible, tiene un nombre, un rostro, una historia; se hace cercano, compañero. Compartimos unos mates, vamos a su casa, nos cuenta su vida, lloramos y reímos juntos, jugamos un partido de fútbol, bailamos, lloramos por la despedida, nos abrazamos, … nos tenemos como contacto en whatsapp y en Instagram… hasta volvernos a ver al año siguiente.
También para compartir en comunidad con compañeros y profesores con los que nos relacionamos todos los días pero pocas veces llegamos a conocer en profundidad.
Los profesores dejan de ser “solo profes” y los compañeros dejan de ser vecinos de banco y se convierten en compañeros de comunidad con los que compartimos la vida, comidas, charlas, mates, caminatas, tareas de limpieza, cocina, trabajo, abrazos, recuerdos…
Salir y compartir… como Jesús. En él vemos cómo Dios mismo sale de sí, sale “del cielo”, para compartir nuestra vida y partirse con y por nosotros.
Salir y compartir… En definitiva, de eso se trata la vida… ¿no?
Hernan Belenda