Relato Lourdes Vigil
El año pasado, luego de 6 años yendo al mismo lugar, cambiamos de destino. Sin saber con qué nos íbamos a encontrar o cómo iban a reaccionar las familias, docentes y alumnos, nos encontramos con comunidades que no solo nos abrieron sus puertas sino que además nos hicieron sentir parte de ellas.
El año pasado, también fue distinto porque volví a compartir una misión con chicos de primaria. Fue volver a encontrarme con ese cariño y dulzura que solo ellos pueden dar. Ellos cantaban las canciones que les enseñábamos, nos saludaban a penas entraban a la escuela y se querían quedar ahí con nosotros, ellos siempre con una sonrisa, siempre mostrándonos cómo amar de manera pura.
Algo que es también característico de la misión es el momento de visita a las casas. No es fácil dejar pasar a un grupo de gente que recién conoces a que vea tu hogar. Pero las familias nos hicieron sentir como en casa, siempre con un mate, sillas y algo para compartir.
Si bien el lugar era nuevo, las personas de la comunidad confiaron en nosotros y nos permitieron ser parte de sus vidas y poder compartirlas como si fuésemos viejos conocidos.