EL PAPEL DE LA MUJER 17
MARIQUETA
VÁZQUEZ
Presidenta de la Asociación de Mujeres por un
Envejecimiento Saludable (AMES)
¿Desde cuándo es presidenta de AMES?
Desde hace 9 años.
¿Por qué decidió presentarse a este cargo?
En realidad, soy una de las fundadoras de AMES.
Procedo del movimiento asociativo en todo lo
que concierne al mundo de la mujer. Junto con
otras mujeres también comprometidas, nos dimos
cuenta de que nosotras no solo vivimos más
años, sino que también envejecemos de forma
diferente, con unas necesidades específicas.
Tal vez con los años y las nuevas generaciones,
todo esté más equilibrado, pero en la generación
actual de mayores —de 70 años y más— las
desigualdades son muy visibles. Hay una brecha
de género clara en el tema de las pensiones,
por ejemplo. Durante la dictadura, a las mujeres
se nos vetó el mercado laboral: seguíamos
trabajando igual, tanto dentro como fuera de
casa (en los negocios familiares, en el campo…),
pero no cotizábamos en la Seguridad Social, por
lo que no pudimos acceder a una pensión. Nos
dimos cuenta de esa desigualdad por el hecho
de ser mujeres. También vimos que las mujeres,
en muchos casos, envejecen en soledad, por
lo que te comentaba de la mayor esperanza
de vida con respecto a los hombres. Nuestra
generación, además, ha visto cómo la mujer se
ha incorporado plenamente a la vida laboral,
política, económica, social, cultural, etc., pero no
hemos podido disfrutar de ese logro, por lo que las
mujeres mayores no hemos figurado en la agenda
feminista. Luego está el tema del cuidado:
dónde vamos a vivir, con quién, cómo… Las
mujeres vivimos más, pero con más dependencia.
Entonces nos dimos cuenta de todas estas
necesidades y decidimos fundar AMES.
¿Cuál cree que es la barrera por la que hay tan
pocas mujeres en la presidencia de las
asociaciones de mayores?
Creo que, en los próximos años, habrá muchas
más mujeres en la presidencia de asociaciones de
mayores, pero en mi generación las mujeres nos
hemos situado en una segunda línea, tal vez por
una cuestión cultural. La realidad cuando visitamos
centros de mayores, sin embargo, es que hay muchas
más mujeres activas que hombres; participamos
y organizamos muchas más cosas que ellos. Pero
a nivel de presidencia y de representatividad, los
hombres siguen copando la mayoría de los puestos.
Soy optimista en este aspecto: lo mismo que está
pasando poco a poco en otros ámbitos de la
sociedad, como en la política, también acabará
llegando a las asociaciones de mayores.
¿Qué papel tiene la mujer en el movimiento
reivindicativo de los mayores?
Ahora mismo, considero que tenemos un papel
importante, pero que seguimos en una segunda
fila. A las mujeres mayores de mi generación nos ha
faltado tiempo. La sociedad no estaba preparada
para dar respuesta a las necesidades que surgieron
tras la incorporación en masa de la mujer al mundo
laboral. No había guarderías ni escuelas infantiles
y muchas mujeres mayores tuvieron que cuidar de
sus nietos. En este sentido, somos una generación
puente; tenemos a nuestro cargo hasta cuatro
generaciones: la nuestra propia, la de nuestros
padres, la de los hijos y la de los nietos. Ahora
empieza a producirse ese punto de inflexión en el
que las cosas parece que están cambiando, pero
hasta el momento nuestro papel en el movimiento
reivindicativo de los mayores se ha visto reducido
por la dinámica que arrastrábamos.