Revista Los Nogales no. 7 - Octubre 2016 | Page 15
COLEGIO LOS NOGALES
en una casona hermosa y el salón más
acogedor era el de la biblioteca en el
segundo piso. Un espacio amplio, con
mucha luz, entapetado, con chimenea,
con una estantería en una de sus paredes y con muy pocos, poquísimos libros. Para empezar, sólo pedí cojines y
platica para libros.
Recuerdo muy bien esos
primeros encuentros con
grupos que veía una vez a la
semana. Como no había tantos
libros yo narraba historias.
Recuerdo muy bien esos primeros encuentros con grupos que veía una vez
a la semana. Como no había tantos libros yo narraba historias. Poco a poco
fui formando una colección de literatura y poco a poco los niños se fueron
apropiando del espacio y de los libros y
se pudo iniciar el préstamo a domicilio.
Libro que ingresaba a la colección era
libro leído por mí. Yo tenía una maleta
que dejaba junto al escritorio. Cuando
llegaban libros nuevos, los niños, sin
que me diera cuenta, los metían en mi
maleta para que los leyera y se los recomendara. Por la tarde siempre salía con
la maleta bien cargada y, ya se imaginarán, aquí no terminaba mi día. Llegaba
a mi casa a descansar leyendo.
Como ya dije, esta experiencia fue
muy reveladora porque en los encuentros de bibliotecarios, de maestros y de
expertos en lectura, a los que asistía se
15
1992-1999. Nuestra segunda biblioteca estuvo
ubicada en el sótano del gimnasio.