Revista Los Nogales no. 5 - Septiembre 2015 | Page 67

Caminatas / Colegio Los Nogales principal de Aguas Calientes hay varios almorzaderos con mesones. Como éramos un grupo grande, optamos por pedir los almuerzos y sentarnos en los andenes a comer. Recuerdo estar de pie, viendo a los estudiantes comer mientras hablaba con Luisa, con su hija María y con Rafa cuando, de pronto, Ricardo Vallejo se puso pálido y se desplomó. En cuestión de minutos, empezaron a caer todos. Estábamos frente a una intoxicación masiva. Apuramos el regreso al Cusco. Íbamos en dos buses y a medida que avanzábamos, había más estudiantes enfermos. Finalmente llegamos al Hotel Savoy. La mitad del curso estaba enferma y la otra mitad la cuidaba. Por alguna razón, ninguno de los adultos se enfermó (después descubrimos que los guías locales, accidentalmente, habían confundido un bidón de agua no potable con uno de agua potable; la mitad del grupo había tomado agua del primer bidón; por casualidad, ninguno de los adultos acompañantes había tomado de esa agua mala). Llamamos a un médico y establecimos turnos de guardia para atender a los enfermos. Mi último día en el Cusco fue largo, recorriendo las habitaciones del hotel y rogando a los cielos para que ninguno de los estudiantes empeorara. 67 *** Una de las actividades de la caminata a Machu Picchu es cenar la última noche en un restaurante turístico del Cusco, en el que además hay un espectáculo de danzas típicas. Como la mitad del grupo estaba convaleciente, decidimos que Rafa y yo acompañaríamos a la mitad sana a la cena mientras que Luisa y María se quedarían en el hotel con los enfermos. Bueno, al menos disfrutaría de una cena en mi última noche en Perú. Para llegar al restaurante debíamos dividir al grupo y tomar varios taxis. Aún guardo la imagen de Rafa Müller y yo embutiendo chinos en sendos taxis. Finalmente tomé el último con tres estudiantes, entre ellos, mi buena amiga Alejandra Anzola, que por esa época era de mi equipo de escalada. Alejandra tenía un excelente estado físico, pero se había sentido mal durante la caminata. Nos subimos al taxi y me dijo que se le estaba dificultando mucho respirar, pero que de todas formas quería ir a la cena. Cuando llegamos al restaurante, me senté a su lado, nervioso. Era evidente que estaba mal. Antes de que pudiéramos ordenar nuestro plato, Alejandra