Revista Los Nogales no. 5 - Septiembre 2015 | Page 65

Caminatas / Colegio Los Nogales un recorrido de una hora y media en menos de una hora. Trotando. Cuando llegamos al kilómetro 82, el porteador, que tenía que regresar para encontrarse con el grupo, me ayudó a bajarla y se esfumó. Así que me quedé solo con Lina, el celular de Luisa, una tarjeta de crédito y unos soles. En el kilómetro 82 logramos tomar un microbús hasta Ollantaytambo y, tan pronto nos subimos al bus, Lina empezó su dieta de Dolex para tratar de mitigar un poco el dolor. Mientras tanto, los demás pasajeros, campesinos todos, rozaban su rodilla con bultos, la estrujaban, se apretaban para que cupieran nuevos pasajeros. Finalmente llegamos a Ollantaytambo. Ahora debíamos buscar un transporte rápido para Urubamba: los Dolex ya no hacían efecto. En mi libreta de viaje tengo anotado que el taxi costó ocho soles y que me llamó la atención que el conductor fuera vestido todo de negro. De Urubamba al Cusco tomamos otro colectivo. En mi recuerdo, Lina solo afirmaba o negaba con la cabeza cuando le preguntaba algo; ya no podía hablar. Tan pronto llegamos llamé a nuestra guía local para preguntarle cuál era la mejor clínica para llevar a Lina. La Clínica 65 Pardo, me dijo. Entramos por Urgencias y un médico joven y competente, después de preguntarnos qué había pasado, nos remitió a la sala de Rayos X. Entramos y en el suelo había sangre. Mala señal. Después de un par de horas de espera, ingresaron a Lina. Cuando salió, el médico de turno, después de estudiar las radiografías concluyó que “había que operar”. -Sobre mi cadáver, le dije a Lina. Le expliqué al médico que éramos extranjeros en una caminata escolar, que en cinco días debíamos de regresar a Colombia, que Lina era una menor de edad y yo no podía autorizar una cirugía. En resumen, que el apocalipsis vendría si tenían que