Revista Los Nogales no. 5 - Septiembre 2015 | Page 64
Caminatas / Colegio Los Nogales
esfuerzo de ese primer tramo. El líquido
sinovial, que es, por así decirlo, el lubricante de la rodilla, se le había regado;
no podía ni siquiera apoyar el pie en el
piso porque el dolor la hacía ver estrellas.
No podría seguir. Luisa Pizano y Rafa
nos reunieron a los demás profesores
acompañantes para tomar una decisión.
Contemplamos la posibilidad de que un
porteador la cargara el resto de la caminata, pero pronto la descartamos: era
una locura. Después alguien pensó que
una mula sería una opción, pero no había suficientes y, además, Lina no podía
ni hablar del dolor que sentía.
De pronto todas las miradas se posaron
sobre mí:
–Toca que se devuelva al Cusco. A
Urgencias –dijo Luisa.
***
¿Y qué adulto la acompañaría? Esa era la
decisión que había que tomar ahora. El
tiempo pasaba y el grupo debía seguir
cuanto antes para evitar caminar de noche. Se descartó que Rafa Müller o Elsa
Torres, la directora de la caminata, se devolvieran porque si había otra emergencia, ellos eran los mejor preparados para
afrontarla. Contemplamos la posibilidad
de que Luisa lo hiciera, pero como rectora
del Colegio, ella debía de estar al frente de
la caminata en la que, además, ya había
amenaza de otros estudiantes enfermos.
64
–Que se devuelva Pacho –dijo alguien.
Todos estuvieron de acuerdo, menos yo.
Fue la única vez en mi vida en que recuerdo haberme dirigido a Luisa Pizano
con altanería:
–Pero me traes el año entrante –le dije
enfático y, si mal no recuerdo, con el
dedo índice levantado. Luisa, con su legendaria serenidad, me contestó:
–Tienes mi palabra.
(Al año siguiente, por supuesto, regresé).
El tramo de la carretera entre el kilómetro 82 y Ollantaytambo, el pueblo más
cercano, es estrecho y puede ser peligroso
de noche, así que la primera contingencia
por resolver era la de cómo llegar rápido a
la entrada al parque. La forma más rápida era en mula, pero solo había una disponible. Para la estudiante lesionada, por
supuesto. Con la ayuda de un porteador
logramos subir a Lina a la mula. Yo iría
detrás, caminando. Tan pronto estuvo
montada, el porteador, que era un hombre joven y que no hablaba castellano,
arreó a la mula, que salió al galope. Hice