Revista Los Nogales no. 10 - Junio 2018 | Page 34

Tibasosa- Pantano de Vargas... Tenía una maestría en la región, pero para mí esto de verdad significaba un gran esfuerzo, yo no estaba hecha para estas lides, esto no me fluía fácil. Siempre te- nía que llevar muchas cosas, el morral pesaba y la dormida en carpa era poco atractiva. Sin embargo, al final le saca- ba el humor y pasaba feliz conociendo a los niños en su más real ser y conocién- dome a mí misma. También caminé de Iza a Tota con guardaespaldas: ¡niño re- tacado, burro y tractor incluidos! Soy otra persona, pude reconocer aspectos importantes de la personalidad del ser humano puesto en situaciones especiales, vi mundo, aprendí a amar la naturaleza y lo que ella proporciona, aprendí a maravillarme. Ahora pienso que si esto ocurre en un adulto ¿qué será lo que le llega a nuestros niños expuestos a estas experiencias?. Mi yo caminante progresaba pero al parecer no tanto como para ascender al más alto escalafón nogalista: no ca- lificaba para ir al Macizo Colombiano, mucho menos a Los Nevados, ni siquie- ra esperaba que me llevaran a Ciudad Perdida, ni a Costa Rica… ¡Hasta que encontré El Amazonas! Acompañé esta caminata varias veces, aprendí mucho y me la gocé: los niños, los nativos, mis compañeros, el país; pero sobretodo la selva con su imponente presencia y gri- to de ¡Aquí estoy yo! Nada como nadar en los Lagos de Tarapoto, ni comer el cacao producido por la naturaleza, los camarones de agua dulce, el fiambre en lancha. Cero ruido en Puerto Nariño (a no ser por una iglesia cristiana); la fundación Omacha que le hace a uno tener fe en Colombia; muchos micos en Isla con su mismo nombre; la ausen- cia de cajero automático en Macedonia que impide poder comprar más artesa- nías a los indígenas; el comercio del co- miso para esas hambres adolescentes... El Amazonas cambia los valores y hace ver qué es lo realmente valioso. Cerré el ciclo en Machu Picchu con Elsa Torres en el 2008: una experien- cia difícil, estuve muy mal, con mal de 34