Revista Los Nogales no. 10 - Junio 2018 | Page 33

9 p.m. ya bajando de Tunja a Villa de Leyva a hospedarnos, niñas y niños pedían vehementemente ir al baño. Paramos en la carretera, en esa época desocupada. Niños a un lado del bus y niñas al otro. De pronto, sale el due- ño del potrero y grita: “¡Oigan chinas, no me rieguen las cebollas!”... Carrera mar y al bus. ¡Buena cosecha debió de tener el señor! ¡Los niños sonreían! Al llegar al hotel decidieron no dejar dormir. Entonces llevábamos a algún afortunado a nuestro cuarto y santo re- medio, todos dormíamos. Las próximas generaciones aprendieron a respetar el sueño. Corría el año de 1985. P El primer destino no fue muy rim- bombante, ni tan exigente. Íbamos con los niños de 4° y 5° (Promoción 92- 93). Caminábamos en Villa de Leyva por el desierto, desde El Fósil hasta el Infiernito para conocer el trabajo del investigador don Eliécer Silva Celis, quien había descubierto unos monoli- tos, al parecer usados por los muiscas como observatorio astronómico, y a oírle su discurso. Acompañábamos esta excursión varias ágiles profesoras (sal- vo por Lora y Adelaida Franco) y lle- vábamos a un profesor de educación física por todo capital. Así viajábamos, ligeros. Progresé mucho para mi condición: hice San Miguel de Sema- Ráquira y Ráquira -Villa de Leyva con morral y acampada, bajo la lluvia muchas veces; La cascada de La Periquera - El Fósil; Sin embargo, al final le sacaba el humor y pasaba feliz conociendo los niños en su más real ser y conociéndome a mí misma. Arrancando desde Bogotá, llegamos a Sogamoso, al Templo del Sol (impor- tante lugar para visitar). No me acuer- do dónde almorzamos, pero hacia las 33 iensen ustedes en una floja deportista con pocas ganas de exigirse físicamente, que desde pequeña se resistió a subir a las cumbres altas del Cicuará y San Juanito, paseo obligado de mis vacaciones desde que tenía ocho años, ahora convertida en gran maestra, directora de grupo y acompañante de caminatas…por con- trato laboral.