EDITORIAL
«No se comienza a ser cristiano por una decisión
ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona» 1 . Estas palabras del
papa Benedicto XVI ponen de manifiesto la importancia
de la dimensión mística en la vida cristiana.
El encuentro con Jesucristo crucificado-resucitado
es lo fundamental. Este encuentro enciende el corazón,
suscita la conversión, da una nueva orientación a la vida,
pone en movimiento todos los recursos de la persona. Al
día siguiente de haberse encontrado con Jesús de Naza-
ret, Andrés le dice con entusiasmo a su hermano Simón:
«¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41).
Sin el fuego de la experiencia de Dios, la vida cristiana
deja de ser vida, y pasa a ser una rígida disciplina –como
la del hermano mayor del hijo pródigo–, ritos vacíos,
reuniones sociales, actividades altruistas o una fría
doctrina.
Jesús podría decir a muchos que tienen un
comportamiento intachable y saben muchas cosas sobre
Dios: «ustedes nunca han oído su voz ni han visto su
rostro» (Jn 5,37).
Solo la dimensión mística da color, calor, aroma,
sabor y melodía a la vida cristiana.
Fernando Torre, MSpS
Director
1
Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est (25 diciembre 2005), 1.