EDITORIAL
En el lenguaje eclesial, hablamos de mística en
sentido amplio, como una dimensión esencial de
toda vida cristiana 1 , y de mística en sentido estricto,
como un estado en el cual el Espíritu Santo,
mediante sus dones, ilumina, fortalece, dirige e
impulsa la vida espiritual del creyente. También
hablamos de gracias místicas, que en ocasiones el
Espíritu Santo otorga a algunas personas –que, de
ordinario, han avanzado en el camino espiritual–,
para bien de la Iglesia.
La beata Concepción Cabrera es una mística en
sentido estricto, como lo fueron Catalina de Siena,
Teresa de Jesús… Vivió en unión con Dios-Trinidad;
se abandonó a la acción del Espíritu Santo y fue
dócil a sus inspiraciones.
Además de recibir gracias místicas, ella tuvo el
don de comprender de qué gracias se trababa y de
poder comunicar verbalmente sus vivencias. Las
comunicó de viva voz a sus directores espirituales,
y por escrito, sobre todo en su Cuenta de conciencia.
Es una mística escritora. Sus numerosos escritos,
aprobados por la autoridad de la Iglesia, son guía
segura de vida cristiana y fuente de la Espiritualidad
de la Cruz.
Fernando Torre, MSpS
Director
1
En el siguiente número de esta revista (julio-agosto 2019) hablaremos
de la dimensión mística. Las otras dimensiones de la vida cristiana son
la conductual y la intelectual.
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